Es una diócesis de 9 millones de habitantes, de los que 680.000 son católicos, en una iglesia diocesana tremendamente viva: 670 sacerdotes, más de 5.000 religiosos y religiosas, más de 7.000 catequistas… y cada año se bautizan en ella más de 6.000 adultos.
En 2012, por ejemplo, se bautizaron 6.736 adultos, llegados del ateísmo, el budismo o el culto a los antepasados. Por cada adulto se bautizan 3 bebés. Es decir, un 25% del crecimiento de la Iglesia es por conversiones de adultos.
Para entender mejor esta cifra, pensemos que en toda Francia hay unos 3.700 bautizos de adultos, o que en diócesis grandes y plurales como Los Ángeles y Nueva York la Iglesia crece con entre 1.300 y 1.600 adultos al año.
La Iglesia Católica en Vietnam (7 millones de habitantes sobre un total de 90 millones) tiene una peculiaridad: no concede dispensas para celebrar matrimonios católicos con personas no católicas.
En Estados Unidos, España o Francia, cuando un católico quiere casarse por la Iglesia con un no-católico (protestante, musulmán, no bautizado…) debe pedir un permiso especial o dispensa al obispado, que lo concede casi automáticamente. Por supuesto, al cónyuge no católico se le pide que entienda y acepte qué es un matrimonio católico, a qué se compromete: una unión indivisible, en exclusividad y fidelidad, de uno con una, abierto a la vida y que educará cristianamente a los hijos.
Si el cónyuge acepta esto, aunque no crea en Dios, el matrimonio es válido. Si el cónyuge –tenga o no fe- no acepta esto (no quiere tener hijos, no piensa dejar que los hijos se eduquen en la fe, no cree que sea una unión inseparable…) y finge aceptarlo en la ceremonia, se trataría de un matrimonio fingido o nulo.
La Iglesia en la mayor parte de los países no pide al cónyuge no católico que se haga católico… aunque tiene la esperanza de que se convierta con el tiempo, la oración y el buen ejemplo del otro miembro de la familia. Y de hecho, estadísticamente, en Francia, en Estados Unidos y en casi todo el mundo los matrimonios mixtos (y los noviazgos) son la mayor fuente de conversiones de adultos.
La peculiaridad de Vietnam es que las diócesis del país tienen como norma propia no conceder esta dispensa. Si un budista o ateo en Vietnam quiere casarse “católicamente” con un católico, ha de hacerse católico, tenga poca, mucha o ninguna fe.
Y eso crea un “remanente” de conversos reticentes, que aceptan sin gran convencimiento el sacramento del bautismo, para poder acceder al otro, el sacramento del matrimonio.
La diócesis de Ho Chi Min City detalla –según un artículo de Joachim Pham para el National Catholic Register- que de sus 6.736 bautismos adultos de 2012 sólo 851 se convirtieron por razones matrimoniales. Parece poco, y daría una idea del atractivo de la fe católica para muchos vietnamitas que buscan más allá de la propaganda vacía del comunismo estatal y del budismo o la simple veneración a los antepasados.
Pero para los matrimonios con “falsos” conversos esta práctica vietnamita puede ser una fuente de sufrimiento.
En el artículo en el NCR se recoge el caso de Teresa Pham, de 36 años, que se casó con un budista, que admitió bautizarse pero sin tener ninguna fe cristiana ni ganas de adquirirla. Su marido insiste en que no cree en Dios.
Más aún, no le deja tener un altarcito con devociones católicas en la habitación, como es común en Vietnam, y aunque prometió en la boda educar cristianamente a los hijos, luego no quiso bautizarlos. Los hizo bautizar Teresa, a escondidas de su marido. Toda la familia paterna, budista, es hostil a lo católico.
Un sacerdote de 75 años con una parroquia de 4.000 parroquianos explica que él bautiza a unos 30 adultos al año que lo piden para poder casarse por la Iglesia. “Es muy difícil para ellos tener una experiencia de fe”, admite. Cada año hay algunos que no sólo prescinden de cualquier práctica católica, sino que la dificultan a sus cónyuges.
Además, los católicos vietnamitas, en cuanto se asoman a Internet o consultan con católicos de otros países, se dan cuenta que la negación de dispensas para matrimonios mixtos es una práctica absolutamente minoritaria en la Iglesia mundial hoy. ¿Por qué los católicos europeos sí y los vietnamitas no?
Por otra parte, al contrario de lo que sucede en Corea, donde cada converso adulto queda casi automáticamente incorporado en alguna asociación católica de fieles que le da un grupo pequeño de oración, formación y acompañamiento, en Vietnam esto es infrecuente. El nuevo converso, especialmente el reticente, es difícil que encuentre un grupo de referencia si no lo había buscado antes o no tiene un llamado o buen ejemplo.
Por supuesto, hay esposos que se convierten sinceramente, o al menos dando una oportunidad a Cristo, abiertos a dejar que actúe. La fe sincera de un esposo tiende a contagiar al otro.
Es el caso de Teresa Nguyen Thuy Kieu, que se convirtió desde el budismo en 2005 y admiraba la firmeza católica de su novio.
Hoy Teresa es una militante de la Legión de María que también es catequista dos tardes a la semana, comparte su fe y proceso de conversión con catecúmenos adultos e intenta ir a misa casi cada día pese a su negocio de bodas y el ajetreo de tener dos hijos pequeños.
Teresa Kieu con su segundo hijo a los 10 meses; el doctor quería hacer que lo abortase porque "tendría discapacidades"; se negó, oró y nació sano
Ya ha tenido su “bautismo de sangre” con el clásico ginecólogo del sistema vietnamita, rutinariamente abortista. Su segundo bebé, le dijo, tendría discapacidades y le presionaba para que lo abortase. Pero ella ahora era católica y sabía que eso era asesinar un bebé. Se negó al aborto y se confió a Dios y la oración. El niño nació prematuro y pequeño, pero ya tiene casi un año y está fuerte y sano.
Teresa Kieu “contagió” la fe en su entorno: inspirados por ella y su testimonio, su madre, su cuñada y 11 sobrinos también se bautizaron en los últimos años.
Todo esto sucede en un país donde el catolicismo es minoritario y las autoridades lo miran con desprecio, desdén y desconfianza. Y con todo, 1 de cada 4 nuevos católicos, es un vietnamita adulto.