Japón es un país donde la presencia cristiana es tremendamente minoritaria y donde la sociedad, quizás la más avanzada tecnológicamente, experimenta una importante crisis de natalidad y también de identidad entre su gente, lo que está provocando un grave problema en la juventud.
Para afrontar estos graves retos la Iglesia Católica intenta ofrecer respuestas y ayuda a pesar de que son decenas de millones los japoneses que no conocen a Cristo.
Andrea Lembo, PIME, obispo auxiliar de la archidiócesis de Tokio comparte su experiencia del "Shinsei-kaikan", el centro cultural católico que dirige desde 2021, ubicado en uno de los barrios centrales de Tokio. Es un espacio que ofrece a los jóvenes universitarios, incluidos los no católicos, la oportunidad de "caminar juntos" y participar en actividades culturales, cursos bíblicos y encuentros sobre arte y cuestiones sociales. “Está abierto a todas las personas, especialmente a quienes buscan un sentido a su vida o atraviesan dificultades", explica a Fides, tras haber visto la realidad social del país
“Llevamos a cabo nuestra misión especialmente entre los jóvenes, en medio de fenómenos sociales preocupantes", señala Andrea Lembo. Entre los fenómenos mencionados en la sociedad japonesa está el del "Cosplay" (del inglés "costume" y "play", el arte de disfrazarse para representar a un personaje de una película, serie de televisión, dibujo animado o cómic), "por el cual los jóvenes se disfrazan y viven la vida de ese personaje; se convierte en una forma de evasión de una realidad y de una mentalidad muy rígida que, desde la escuela primaria, encauza a los niños en un sistema de normas estrictas. Estas personas empiezan a vivir esta vida que no es real, pero que se convierte en su realidad. Pueden expresar lo que llevan dentro y ponerlo en un disfraz que se convierte en su nueva identidad, una doble vida y una red de contactos paralela. Esto puede provocar desequilibrios psicológicos y sociales".
Un segundo fenómeno grave es el de los suicidios: "El número de suicidios sigue siendo muy elevado, sobre todo entre los jóvenes, es una plaga increíble: hemos llegado a 36.000, una cifra alarmante, una auténtica guerra".
A menudo, el fenómeno del hikikomori -el joven que se encierra en su habitación sin salir al mundo exterior- es la antesala de la depresión y el suicidio. "En la base está el miedo a la sociedad, el miedo a no tener éxito en la vida, o un choque relacional que ha tenido en la escuela, como el acoso escolar. Yo lo llamo 'la anorexia de Japón', una anorexia psicológica, es decir, cortar todos los lazos fundamentales de la vida".
El padre Lembo relata: "Hemos seguido a muchos de estos chicos y tenemos que hacer un esfuerzo tremendo para intentar sacarlos de su caparazón, para ir y estar con ellos tantos días, para hablar, para esperar que al menos quieran hacer algo fuera de casa. Están muy asustados y debilitados. Hace poco, uno de nuestros chicos se quitó la vida, unos días antes de Navidad. Era hijo de médicos famosos y su hermana mayor también era licenciada en medicina, por lo que tenía que estudiar por una especie de obligación moral hacia su familia. Llegó a graduarse en marzo del año pasado y luego se desplomó. El chico debía bautizarse en Navidad, pero no llegó a hacerlo. Son historias tristes. Sin embargo, incluso de estas tragedias, el Señor puede traer nuevas esperanzas a las familias: los padres iniciaron un camino de apoyo psicológico y también de profundización en la fe cristiana y han recibido el bautismo".