Entre 2014 y 2018 ha sido claro el compromiso de la red eclesial para responder a la grave situación provocada por los conflictos. Ahora el desafío es la reconstrucción del tejido social y económico. Para ello la Iglesia Católica ha aportado más de mil millones de dólares, más de 5.800 profesionistas, más de 8.300 voluntarios en los siete países, a los que que hay que sumar los sacerdotes y religiosos que operan en los diferentes territorios involucrados en el conflicto, señala Francesco Peloso en el diario La Stampa.
Apoyar a las poblaciones golpeadas por una enorme crisis humanitaria, organizar la ayuda y la solidaridad concreta capilarmente en la región, ocuparse de las comunidades cristianas, evaluar proyectos realizados y puntos críticos, discutir sobre los sectores en los que se utilizan los recursos reunidos y crear compromisos para el futuro. Estos son algunos de los objetivos de la reunión sobre la crisis humanitaria en Siria e Irak promovida por el Dicasterio para el Servicio al Desarrollo Humano Integral, organizada en la Pontificia Universidad Urbaniana, del 13 al 14 de septiembre pasados. Durante el encuentro se presentó el “Informe sobre la investigación de la respuesta por parte de las Instituciones eclesiales a la crisis humanitaria iraquí y siria entre 2017 y 2018”, redactado por el mismo dicasterio. Entre los participantes estuvieron el Secretario de Estado, Pietro Parolin, el nuncio apostólico en Siria, Mario Zenari, el nuncio en Irak y Jordania, Alberto Ortega Martin, el Prefecto del dicasterio para el desarrollo humano integral, el cardenal Peter Turkson, y el prefecto para las Iglesias orientales, el cardenal Leonardo Sandri.
Alrededor de 22 millón de personas necesitan ayuda
Uno de los primeros datos que surgen en el informe es el significativo esfuerzo financiero que ha hecho la vasta red eclesial en los últimos años (entre 2014 y 2018) para ayudar a las poblaciones afectadas por las consecuencias de los conflictos. Una flexión en este sentido se registró en 2018, pero las cifras siguen siendo enormes: más de 200 millones de dólares. En total, en los cuatro años indicados, se reunieron y donaron más de mil millones de dólares para responder a la crisis que han provocado diferentes conflictos. Esta suma proviene de fuentes de financiamiento públicas (fondos gubernamentales y de instituciones internacionales) y privadas (donaciones, fundaciones, fondos de la Iglesia católica). La investigación, que ha ya visto tres ediciones, se concentra en siete diferentes países: Siria, Irak, Líbano, Jordania, Turquía, Egipto y Chipre. Y uno de los principales elementos que hay que tener en cuenta es efectivamente el elevadísimo número de desplazados y refugiados. Se calcula que en Siria más de 13 millones de personas necesitan alguna forma de ayuda; en el país hay 6,6 millones de desplazados y 5,6 millones de personas se han refugiado en el extranjero (principalmente en los países limítrofes, como Turquía, Líbano y Jordania).
En Irak, la situación también es muy difícil: 8,7 millones de personas viven con graves dificultades. De todas ellas, más de 4 millones son niños. La investigación, además, utilizó los datos de 84 instituciones eclesiales divididas de esta manera: 53 instituciones caritativas católicas, 10 diócesis sirias y 21 institutos religiosos que trabajan en Siria, Líbano, Irak y Jordania.
También es importante la enorme área geográfica que la acción solidaria promovida por la red católica logra cubrir. En Siria, las intervenciones se concentran principalmente en las zonas de Alepo y Damasco; en Irak se concentran principalmente en el norte del país y en la Llanura de Nínive; en el Líbano, Jordania y Turquía, respectivamente en Beirut, Ammán y Estambul, y en las zonas que colindan con Siria, en donde se concentra la mayor parte de los refugiados. Una vez más, hay que subrayar que los datos reunidos indican que la red eclesial es capaz de movilizar a un elevado número de personas comprometidas en las actividades para responder a la emergencia. Un dato que crece de año en año: actualmente hay más de 5.800 profesionistas y más de 8.300 voluntarios en los siete países, que se suman a los sacerdotes y religiosos que operan en los diferentes territorios involucrados en el conflicto.
La mayor parte de los fondos para Siria, después Líbano e Irak
Bajo el perfil financiero, es interesante para comprender la entidad de la ayuda reunida lo que sucedió en 2017. En total se utilizaron 286 millones de dólares para ayudar a alrededor de 4,6 millones de personas. “El dato es particularmente significativo –indica el Dicasterio para el desarrollo humano integral–, porque es el más elevado desde 2014 y atestigua que el compromiso de la Iglesia no solo ha sido constante, sino que se ha consolidado y reforzado con el pasar de los años, adaptándose a los cambios contextuales”. Al respecto, se indica que de los datos analizados, solo correspondientes a 2017, el 35% de los fondos (alrededor de 100 millones de dólares) fue destinado a las poblaciones de Siria, el 30% fue a las poblaciones de Líbano, el 17% a las de Irak y el 9% a las de Jordania. Los principales sectores en los que se ha invertido son: educación, con más de 73 millones de dólares (45 millones fueron a proyectos en Líbano); ayuda alimenticia, con más de 54 millones de dólares, de los cuales el 83% fue a las acciones llevadas a cabo en Siria; salud, con alrededor de 30 millones de dólares (el 11% del total de los fondos), de los cuales el 38% fue destinado a emergencias en Siria.
En general, si estas son los rubros normales en una emergencia humanitaria, hay que decir que están aumentando las acciones de “livehood” (término con el que se indican todas las actividades que pretenden ofrecer y reforzar los medios de subsistencia para las familias, actividades para generar renta, formación profesional, creación de oportunidades de trabajo); en concreto, han aumentado los recursos destinados al apoyo para alquilar viviendas y para la reconstrucción de las mismas (principalmente en Irak), para asistencia psicosocial y para la protección legal (particularmente en el Líbano).
Tensiones intercomunitarias y la vuelta de los prófugos
Al final, en el informe, se identifican algunos problemas y prioridades nuevos con respecto a la fase de la emergencia. En la ayuda a los refugiados en los países que colindan con Siria “es necesario prestar una atención cada vez más grande a las comunidades de acogida. No pueden ser menospreciadas las constantes tensiones intercomunitarias –explicó el Dicasterio “social” del Vaticano-. Y es más importante que nunca seguir trabajando por la cohesión social, por un acceso justo a los servicios públicos, por un apoyo a las personas más vulnerables de las comunidades anfitrionas, un apoyo adecuado a las infraestructuras de los países de acogida, en particular en los sectores sanitario y de educación”.
Entre los principales problemas que habrá que afrontar en el futuro próximo está también la vuelta de los prófugos a sus tierras de origen, empezando por los cristianos. En esta fase, el problema involucra principalmente a las poblaciones iraquíes de la Llanura de Nínive (en donde la mayor parte de quienes vuelven a sus casas son familias cristianas