El secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, anunció este domingo un acuerdo entre Armenia y Azerbaiyán, obtenido con la mediación del gobierno estadounidense, para un alto en fuego en Nagorno Karabaj, tras el fracaso del primer y ficticio cese de hostilidades. Pero la inquietud en la comunidad armenia, cristiana, continúa.
"Los armenios estamos preocupados: el gobierno azerí quiere llevar a cabo otro genocidio cultural, mientras que Turquía quiere llevar a cumplimiento las masacres que inició hace 105 años": son declaraciones de Ani Vardanyan, 38 años, profesor de lengua italiana en Erevan, capitál de Armenia.
El país está en primera línea en defensa de la República de Artsaj, que ocupa casi todo el territorio de Nagorno-Karabaj (o Alto Karabaj) y fue atacada el 27 de septiembre por Azerbaiyán con el apoyo de Turquía.
En verde, la región de Nagorno-Karabaj con la República de Artsaj. Imagen: Wikipedia/Furfur, Rowanwindwhistler.
"Para los azeríes se trata solo de un territorio, pero para los armenios el conflicto no es una cuestión territorial, sino existencial: luchamos por el derecho a la vida. Si Europa no hace nada, es cómplice", afirma Vardanyan en una entrevista de Leone Grotti en Tempi:
-¿Cuál es la situación en Erevan? ¿Cómo está viviendo la población armenia el conflicto?
-Hay mucha preocupación, pero también mucha confianza en el futuro. No es la primera vez que los armenios se encuentran ante la agresión de Azerbaiyán, si bien la situación actual es muy preocupante.
-¿Por qué?
-La presencia de los militantes sirios en los confines de Artsaj y la implicación de Turquía en el conflicto agravan aún más la situación. Las fuerzas armadas azeríes bombardean los asentamientos civiles, los hospitales y las escuelas; sus objetivos son los civiles, entre los cuales médicos y periodistas. Durante los ataques han sido asesinados más de treinta civiles y más de cien han sido heridos. Además, las fuerzas armadas azeríes emplean armas prohibidas según las leyes internacionales, como bombas de racimo o misiles de largo alcance, que pueden causar desastres humanitarios y ambientales.
-¿Cuáles han sido hasta ahora las consecuencias del conflicto en vuestra vida cotidiana?
-El impacto es enorme, pero estamos muy unidos. Nuestros recursos están centrados en lo que es absolutamente prioritario, el resto puede esperar. Somos conscientes de que debemos ser fuertes, como se es fuerte en primera línea y como se es fuerte en las ciudades de Artsaj, donde los incesantes ataques han destruido las viviendas pero no el alma de los habitantes. Los periodistas extranjeros, por ejemplo, se quedan admirados cuando ven a las personas entrar en las tiendas bombardeadas, pero llenas de productos, elegir lo que necesitaban y dejar el dinero junto a la caja. Hay una solidaridad enorme.
-¿Cómo se manifiesta esta solidaridad?
-En cuanto llegó la noticia de los ataques a lo largo de la frontera de Artsaj, todos los armenios, incluso los de la diáspora, se movilizaron. Muchos se han desplazado hasta Artsaj para asistir a los que están allí, otros actúan en diversas ciudades armenias. Desde el primer día, nuestro gobierno organiza y gestiona la asistencia dirigida a todos lo que han tenido que abandonar sus casas. Además de los entes públicos, miles de familias han acogido a los habitantes de Artsaj en su casa.
»Hay quien recoge fondos y bienes de primera necesidad para ayudar a los que más lo necesitan, y varias empresas entregan una parte significativa de sus beneficios a fondos de ayuda. También se proporciona asistencia psicológica. Los niños de Artsaj ahora no pueden ir al colegio y muchas escuelas de Armenia, con cientos de maestros y profesores, intentan garantizarles la continuidad de sus estudios en el límite de lo posible.
-La tregua que debía empezar hace unos días duró pocas horas. El gobierno de Baku ha culpado a Erevan, y viceversa. ¿Hay en marcha una guerra informativa?
-Los medios de comunicación siempre deberían verificar las noticias. La tregua humanitaria debería haber entrado en vigor a las 12:00; pero unos minutos más tarde, exactamente a las 12:05, las unidades azeríes lanzaron un segundo ataque en dirección de la zona de Karakhambeyli, detenido inmediatamente por las tropas armenias. Si hablamos de guerra informativa, seguramente ha sido desencadenada por el gobierno azerí. Los datos indican claramente en quién se puede confiar.
-¿Qué datos?
-Según el Índice de la libertad de prensa 2020, Armenia está en el puesto 61 de la clasificación y Azerbaiyán en el 168. Según el Democracy Index, que mide el estado de democracia en 167 países, Armenia está en el puesto 86 y Azerbaiyán en el 146. No nos olvidemos que los periodistas, artistas y políticos que han visitado Artsaj están incluidos en una lista negra del gobierno azerí y son considerados personas non gratas.
»Hace unos días, la fiscalía general de Azerbaiyán inició un proceso judicial contra Semyon Pegov, corresponsal de guerra, en Artsaj en estos momentos. Más de doscientos periodistas extranjeros han llegado a Armenia para cubrir el conflicto y algunos han sido heridos; en Azerbaiyán, en cambio, se ha prohibido la entrada a los periodistas extranjeros y los pocos que han conseguido obtener el visado están bajo vigilancia constante del gobierno.
-¿Le preocupa la implicación activa de Turquía en el conflicto?
-Sí, mucho. Ankara está proporcionando armas a los azeríes y trasladando a la frontera con Artsaj miles de militantes sirios, con el objetivo de desestabilizar la región descontrolando el conflicto. Una política que ya ha sido adoptada antes en Irak, Siria, Líbano y el Mediterráneo oriental. Turquía persigue otro objetivo: poder llevar a cumplimiento las masacres de los armenios que inició hace 105 años. Azerbaiyán quiere conquistar un territorio y nosotros, armenios, combatimos por una razón existencial, por nuestro derecho a la vida. Sin embargo, me gustaría añadir una cosa.
-Adelante.
-También ustedes deberían preocuparse por la actitud de Turquía, que representa una amenaza para el mundo entero. Como ha dicho claramente el ministro armenio Nikol Pashinyan en una de sus entrevistas: "Si la comunidad internacional no tiene en cuenta el valor geopolítico de esta situación, Europa tendrá a Turquía a las puertas de Viena".
-Hace unas semanas, Azerbaiyán bombardeó la Catedral de Cristo San Salvador. ¿Por qué, en su opinión?
-La Catedral de Cristo San Salvador es el símbolo de la ciudad de Shusha y los ataques al patrimonio cultural y religioso armenio no hacen más que confirmar la voluntad, por parte del gobierno azerí, de llevar a cabo otro genocidio cultural.
-¿Otro?
-No nos olvidemos que en Najicheván, entre 1998 y 2005, los azeríes destruyeron la mayor parte de las casi 2500 jhachkar [tradicionales cruces de piedra, consideradas una de las más altas manifestaciones del patrimonio religioso armenio, reconocidas en 2010 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO].
»También en este ámbito Azerbaiyán aprende de Turquía, el primer responsable de la destrucción del patrimonio cultural y religioso armenio. Nos acordamos perfectamente de la destrucción que llevaron a cabo los otomanos y sus sucesores, que destrozaron la mayor parte de los casi 2000 monasterios e iglesias de Armenia Occidental. Quiero subrayar también que el gobierno armenio ya ha declarado que no se vengará y no atacará los lugares de culto azerí.
-¿Cómo juzga la reacción de la Unión Europea ante el conflicto?
-Diría que la comunidad europea está prácticamente ausente, sigue haciendo llamamientos para que cesen las hostilidades sin hablar nunca de Azerbaiyán como país responsable de la ofensiva. Sin embargo, debería pasar rápidamente de las palabras a la acción, porque quien no actúa es cómplice. Europa tiene la obligación de detener a Azerbaiyán y Turquía antes de que el conflicto se descontrole, y condenar las agresión y los crímenes de guerra azerí. ¿Cómo es posible que Bruselas no se dé cuenta de que la onda expansiva de este nuevo panturquismo está a las puertas de Europa y es una amenaza directa para los europeos?
Traducción de Elena Faccia Serrano.