El monje siro católico, Jacques Mourad, sufrió 143 días de cautiverio del Daesh. Estar más de cuatro meses en manos de los yihadistas le han hecho ser una voz a escuchar sobre la delicada situación que se vive en Oriente Medio.
De cara a la ya iniciada visita del Papa Francisco a Irak, el padre Mourad lo tiene claro: “debemos rezar por este viaje. No es un viaje solo para los cristianos de allí, ni para un solo país. Es un viaje para todo Oriente Medio. Recemos para que ayude a todos, sunitas, chiítas e incluso cristianos, a ser sinceros en el diálogo”.
El padre Mourad, miembro de la comunidad monástica fundada por el jesuita romano Paolo Dall’Oglio, fue secuestrado y retenido como rehén durante muchos meses por milicianos yihadistas del Estado Islámico (Daesh) en 2015. Después de su liberación, vivió durante mucho tiempo en Sulaymanyia, en el Kurdistán iraquí, en la casa local de su comunidad monástica. En ese momento, ayudó espiritual y materialmente a muchos refugiados cristianos iraquíes que huyeron de Qaraqosh y otras ciudades de la llanura de Nínive ante el avance de los yihadistas de Daesh.
Tal y como explica a la agencia Fides, “el Papa Francisco viene a traer a Jesús. Él lleva a Jesús a todos, no solo a los cristianos. Jesús es para todos, no solo para los cristianos. Y el Papa lleva el amor de Jesús a todos. Todos pueden amar a Jesús y recibir un anticipo de su amor por todos, de forma gratuita y sin medida. Todos llevan en su corazón el deseo de Cristo”.
La Iglesia iraquí es una iglesia mártir. “Espero que el Papa baje a la cripta de la Iglesia del Perpetuo Socorro, en Bagdad, la iglesia de la masacre. Espero que allí pueda rendir homenaje a la sangre de los mártires, pero también pensando en sus asesinos. A partir de su sangre, de la sangre de los mártires, es necesario implorar que la emoción se convierta no en un pretexto para reabrir heridas, sino para mirar también a los asesinos y ofrecer perdón a todos, en la contemplación de su gloria, de la gloria de los mártires. Este es el milagro que puede ocurrir, y que es necesario implorar, precisamente a la luz de la gloria de Cristo en ellos. Este es el milagro que podría reabrir muchos caminos. Podría sacar a relucir el deseo de paz que hay en todos, en medio de las heridas y el dolor”, afirma.
La visita del papa Francisco a Irak también representa para el padre Mourad una oportunidad única de saborear la vocación singular de las comunidades cristianas de Oriente Medio: “La misión misma de las Iglesias en nuestros países es vivir con humildad y pobreza entre los musulmanes. Y así, de esta manera, también custodiar también la espera de Jesús que está presente en los musulmanes. Sin esta misión, la presencia de cristianos en Oriente Medio puede no tener sentido. Todo se vuelve difícil para los cristianos, y también para los demás, si los cristianos no llevan consigo la esperanza de Cristo”.
De este modo, el padre Mourad insiste en que “la única fuerza de los cristianos es vivir el amor de Jesús, y ningún otro amor, incluso hasta la cruz. Y los cristianos iraquíes ya han vivido y siguen viviendo su testimonio cristiano de una manera extraordinaria durante todos estos años de guerras. Ahora bien, los que han participado así del misterio de Cristo no tienen otros intereses, no tienen otras palabras que añadir. En sus días viven la espiritualidad de la cruz de Jesús, con la que nos vestimos cuando recibimos la unción con el aceite de la confirmación, inmediatamente después de nuestro bautismo, según los ritos de nuestras Iglesias”.
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