Los cristianos coptos son una minoría, pero una minoría valerosa que se niega a desaparecer. De ahí los numerosos ataques que sufren por parte de los musulmanes, que a lo largo de los siglos han intentado barrer a los cristianos de una tierra que llegó a tener la presencia del propio Jesús y que fue una de las primeras zonas en ser evangelizadas.
Decir copto es hablar de Egipto, de su esencia. Muy a su pesar, los salafistas egipcios y demás islamistas del país llevan este término en las entrañas. Para ser más exactos, copto deriva de la palabra griega aigyptio (Egipto). Por tanto, se puede afirmar sin temor a equivocarse que decir egipcio equivale a decir copto. La copta es una de las Iglesias mñas antiguas, pues fue fundada por el propio evangelista San Marcos –primer obispo de Alejandría– en el siglo I.
Sin embargo, la invasión islámica y la persecución durante siglos, que llega al día de hoy, redujeron el número de cristianos hasta convertirlos en una minoría. Una minoría, con todo, numerosa. De hecho, la egipcia es la comunidad cristiana más importante de Oriente Medio.
Hay unos once millones de coptos en Egipto, más o menos el 10% de la población. Los ataques islamistas han provocado un vasto éxodo a países como Estados Unidos, Australia, Canadá o Francia. Etiopía y Eritrea tienen también grandes comunidades coptas.
Los coptos son considerados, en la teoría y en la práctica, ciudadanos de segunda. La denominada primavera árabe, que acabó con el régimen de Mubarak, suscitó esperanzas. Un nuevo horizonte se abría también para los cristianos. Incluso se vio en la plaza Tahir a coptos y musulmanes rezando juntos.
Pero pronto esas esperanzas se disiparon. La primavera árabe se convirtió en duro invierno para los cristianos. La revolución se tradujo en la victoria de los Hermanos Musulmanes y los temores de los cristianos más pesimistas, o realistas, se confirmaron. Pese a sus gestos iniciales, el presidente islamista, Mohamed Morsi, no tardó el revelar sus verdaderas intenciones.
Ahí está, como prueba, la nueva Constitución, marcadamente islamista y que lleva a Egipto hacia el califato. Tras su aprobación, el pasado mes de diciembre, los cristianos hicieron un llamamiento a la comunidad internacional. “Por toda la Constitución hay cláusulas según las cuales todo ha de hacerse de acuerdo con la ley islámica”, denunció, poniendo voz a los coptos católicos, monseñor Kyrillos William.
La sharia entra en escena. La Constitución amenaza a los cristianos en puntos concretos, como por ejemplo el que pide que todas las mujeres, también las no musulmanas, lleven el velo. Por cierto, el texto permite a los varones contraer matrimonio con mujeres “sexualmente maduras”, es decir, con mujeres que pueden ser menores de edad. “Los islamistas quieren aplicar la sharia, en particular, en todo lo relacionado con las mujeres”, ha dicho el obispo de Luxor. “Esto es muy malo para las mujeres y también para los no musulmanes”.
Las agresiones no cesan y el Ejército, al igual que en tiempos de Mubarak, sigue mirando hacia otro lado, amparando o participando directamente en la violencia. En los últimos días se ha registrado una nueva oleada de ataques, que muestra a la perfección cómo funciona la maquinaria anticristiana.
Esta es la secuencia de los hechos, válida para otros muchos ataques a cristianos: los islamistas acusan a los coptos de hacer una pintada en una mezquita; pese a no ser verdad, desde la megafonía del templo se llama a “limpiar el barrio de cristianos”; la violencia desencadenada se acaba cobrando la vida de cuatro personas.
El entierro de las víctimas, celebrado en la catedral de San Marcos, se celebra en un ambiente explosivo. Cuando los asistentes al sepelio salen del templo, son apedreados, ante la pasividad de la Policía. Y vuelven a registrarse disturbios. Por su parte, el patriarca copto, Tawadros II, pidió mantener la calma para prevenir una guerra total contra los cristianos.
Así las cosas, no es de extrañar que la organización Open Doors, especializada en analizar la libertad religiosa, haya colocado a Egipto en el puesto 25 de su clasificación de países donde más se persigue a los cristianos.
Vistos los antecedentes, los últimos disturbios y el ataque a la más que simbólica catedral de San Marcos pueden quedar en nada. Clemencia para los musulmanes y dureza contra los coptos: así suele actuar el sistema judicial egipcio. En 2011, por ejemplo, se absolvió a tres individuos acusados de perpetrar un atentado contra una Iglesia tras la misa de Navidad, en el que varias personas perdieron la vida. Sí se condenó a un cuarto sujeto, pero por atropellar a un musulmán, no por atentar contra los cristianos. Esta es la durísima realidad a la que hacen frente los coptos en Egipto, en eterna lucha por sobrevivir en su propio país.
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