Ante la violencia ciega para con los demás seres humanos, ante los violentadores y asesinos, frente al dolor y a la frustración de las víctimas, “la reacción de muchos, también del Procurador General, es la de pedir la pena de muerte. ¿Pero es esto lo que la nación quiere decir a los jóvenes: que si alguien hace del mal, el mejor remedio es simplemente matarlo?”.
Así reflexiona el arzobispo de Mount Hagen, Douglas W. Young, un misionero australiano del Verbo Divino con 35 años de experiencia en las montañas de Papúa Nueva Guinea.
El arzobispo condena la campaña pro-pena capital en el país, mientras la Iglesia católica y otros sectores de la sociedad promueven lo contrario: una moratoria y abolición de la pena de muerte.
“Es algo ampliamente sabido - recuerda - que la pena de muerte no es un elemento de disuasión a la delincuencia violenta. Los que cometen estos crímenes no piensan en que serán capturados y menos aun que podrán ser condenados", argumenta el arzobispo.
"El principal deterrente para el crimen no es la severidad del castigo, sino la certeza de que será aplicado", puntualiza.
"Hablando de la pena de muerte, se está inyectando en la sociedad y la cultura de Papua Nueva Guinea la misma vena vengativa que forma parte de nuestro problema actual”, advierte el Arzobispo.
Y es que la venganza es un elemento cultural tradicional en el país, algo incompatible con el cristianismo pero muy difícil de erradicar en ciertas culturas.
En los últimos días, el Ministro de Desarrollo de la Comunidad, el Excmo. Loujaya Tony ha recordado a las mujeres que “los niños son educados para creer que la violencia podría ser una solución a los problemas”.
Douglas Young invita a las instituciones, organismos sociales, comunidades religiosas a “apoyar los programas que ayuden a los jóvenes a encontrar trabajo, identidad y satisfacción en la vida” en lugar de buscar atajos con la violencia.
Además, “hay que fortalecer la capacidad de la policía para encontrar, arrestar y enjuiciar a los criminales, dando un mensaje claro de que los que cometen delitos serán castigados”.
Como Iglesia, “ponemos nuestra atención en políticas que actualmente se ocupan de la lacra de la violencia en Papúa, no en aquellas que solo sirve para embrutecer aún más la nación”, concluye.