"Pese a todo nos dirigimos a la Pascua con entusiasmo, como si estuviésemos en una bellísima catedral: no es el lugar quien marca la diferencia, sino la presencia de Cristo", dice Don Giuseppe, quien confía en que "ante esta realidad que parece no tener fin, rezamos para que tras el Calvario venga la Resurrección".
Los católicos de Afganistán se limitan prácticamente a los funcionarios y militares. El resto es "una Iglesia de catacumbas, silenciosa, discreta, pero activa, porque da testimonio de Cristo al pueblo afgano con el propio ejemplo de vida y con la presencia cotidiana de la Eucaristía".
En esas circunstancias, la parroquia italiana de Kabul se convierte en un refugio que el Domingo de Ramos estaba a rebosar: "Las palmas son un símbolo de paz, y todo aquí tiene que ver con la terrible realidad afgana, dominada por la guerra. Esperamos a muchas personas para la Vigilia Pascual, pero quien viene arriesga su vida" añade el padre Moretti.
En el país hay otros seis sacerdotes, pero son todos ellos capellanes militares. Y además de Don Giuseppe trabajan otros quince religiosos y religiosas.
Cuatro de ellas son las Hermanitas de Jesús, a 50 km de Kabul: son las más arraigadas, respetadas incluso por los talibanes. Tras la caída del régimen talibán en 2001 entró también una mínima comunidad de las Misioneras de la Caridad de la Madre Teresa de Calcuta, que trabajan con enfermos y pobres desde 2006. Además está una asociación que ayuda a niños huérfanos y discapacitados.
Y prácticamente eso es todo. En esas circunstancias cobran un papel evangelizador decisivo los militares católicos de las fuerzas norteamericanas y de la OTAN, porque son los que pueden tener un contacto directo con la población musulmana: "Los valores del Evangelio también se transmiten a través suyo", explica el sacerdote.
Aunque los capellanes tienen otra tarea esencial: "Que redescubran la fe los cristianos que trabajan en Afganistán", afirma el artículo. "En la misa crismal del día 24", concluye Don Giuseppe, "pudimos experimentar que nuestra presencia aquí sólo tiene sentido si vivimos como pide el Papa Francisco: como verdaderos pastores ´con olor a oveja´ en la ropa para dar testimonio del Evangelio allí donde el Señor nos envíe".