José Montes y su esposa Mari Carmen son padres de cuatro hijos y abuelos de tres nietos. Pero en 2016, estos malagueños decidieron irse a Chad con los Misioneros de la Esperanza, donde llevan la voz de Jesucristo y además trabajan en varios proyectos de desarrollo en este país africano.
Desde Chad, José ha escrito una carta a España que recoge Obras Misionales Pontificias, cuenta que “estando aquí, en este lugar tan querido por Dios y tan olvidado por el mundo acompañamos a cincuenta y seis niños que antes de venir nosotros sufrían una situación de de extrema vulnerabilidad. Muchos de ellos son huérfanos, otros no tienen padre o no tienen madre y otros, aún teniéndolos, por diversos motivos, se encuentran sin una familia que les acoja y atienda a con mínimas garantías de supervivencia sana y digna”.
Alimentación y educación
Ahora, explica este misionero español, todos estos niños “van a la escuela y reciben una formación básica de buena calidad y eso era impensable para la mayoría de ellos, pero hoy es una realidad en sus vidas. En este centro reciben los conocimientos de una profesión técnica y artesana que elijen entre dos opciones, y, además, aprenden la manera de sacar el mejor rendimiento sostenible al cultivo del campo y a la crianza de animales".
Además, añade que "durante los años que comparten su vida en esta gran familia, que es el centro, reciben una adecuada alimentación, tienen y usan la ropa y el calzado adecuados, reciben los cuidados médicos y de salud que necesitan, disfrutan de las condiciones de habitabilidad e higiene más dignas que se pueden ofrecer en este contexto social, juegan y se divierten sanamente, practican deportes y actividades culturales, se relacionan amistosamente -fraternalmente podríamos decir- entre ellos y con otros que concurren a esta casa, reciben muchos buenos consejos y ejemplos así como una educación cívica y social, al igual que un discrecional apoyo y acompañamiento en materia de índole religiosa si lo desean y reclaman, cosa que suelen hacer con total libertad.
Cuando ya han terminado su paso por el centro estos jóvenes reciben el apoyo del centro en la búsqueda del modo de ganarse la vida dignamente. Muchos de ellos se están beneficiando de la puesta en marcha y el desarrollo, poco a poco, de unas cooperativas de trabajo que promueven estos misioneros
"Propagar la fe en Jesucristo"
José explica que desde “hace dieciséis meses que Mari Carmen –mi mujer- y yo estamos aquí junto a nuestra compañera, Gloria, que lleva en Chad ocho años -en África alrededor de cuarenta-, y otro compañero, Manolo, que llegó hace apenas tres semanas, pero que anteriormente ha estado dieciocho años en Ecuador. Aquí en Bayaka, en nuestra misión, que es, sobre todo aunque no exclusivamente, coordinar y gestionar un centro educativo para niños y jóvenes vulnerables –una especie de ciudad de los niños donde hacen vida completa todos los días-, algunas cosas buenas intentamos hacer compartiendo tareas con la gente de aquí y creemos que algo se va transformando en esta realidad que nos encontramos”.
Este misionero cuenta que cuando se deja la propia tierra para irse al Chad, uno de los lugares más pobres de la tierra, “tiene razones y sueños, pero debería saber de antemano que no va a cambiar el mundo, ¿no?… ¡O sí!…”. Porque, continúa, “propagar la fe en Jesucristo y en el Dios de Jesucristo es actuar en nombre de Jesucristo intentando hacerlo como lo haría el propio Jesucristo, de tal manera que en esa identificación la gente no creyente o aquella que tiene una fe débil y sin clara orientación, o aquella cuya fe no está en armonía con sus mejores deseos, descubra en Jesucristo al único Dios que es capaz de colmar todas las ansias de vida. Por eso, nosotros sabemos que es una cosa muy difícil la que se nos encomienda a estas pobres e incapaces personas que somos, una misión sublime que nos sobrepasa, ya que no se trata solo de hablar de Él. Eso será solo parte de la misión y consecuencia inseparable del intento de imitación de Jesús, porque de la abundancia del corazón es de lo que puede hablar la boca, si es que ha de ser creíble. Intentando vivir al estilo de Jesús de Nazaret se puede cambiar el mundo. Ya lo creo que cambia. Claro, que el ritmo del cambio depende de lo que tú… y tú… y tú… y yo… hagamos, con la fuerza de Dios ‘puesta al servicio’ de nuestra debilidad”.