En una entrevista en la agencia Zenit el pasado 24 de octubre que no ha sido publicada en español, el cardenal suizo Kurt Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos, apuntó la posibilidad de que grupos de luteranos deseasen ingresar en la Iglesia católica lo hiciesen, como ha sucedido con los anglocatólicos, con una fórmula parecida a la de los ordinariatos.
El cardenal recordó que los que tomaron la iniciativa en el caso de los anglocatólicos fueron los grupos de anglicanos que acudieron a Roma pidiendo un mecanismo que facilitase la unidad.
"El Santo Padre buscó una solución" a la petición de unidad de esos grupos anglicanos y encontró lo que Koch llama "una solución amplia", en la que "las tradiciones litúrgicas y eclesiales anglicanas se tomaron ampliamente en consideración. Si hay luteranos que expresan deseos similares, tendremos que reflejarlo. Pero la iniciativa corresponde a ellos, a los luteranos", comenta el cardenal.
En los últimos dos años, se han creado tres ordinariatos anglocatólicos: uno en Gran Bretaña, otro en Norteamérica y otro en Australia. A través de ellos, 8 antiguos obispos anglicanos, unos 100 clérigos y aproximadamente 4.000 laicos han retornado a la Iglesia Católica, y cada año reciben nuevos conversos, sobre todo de personas de origen anglicano o episcopaliano disgustados con la deriva liberal de sus iglesias.
Pero en los foros anglocatólicos, especialmente los de Estados Unidos, la posibilidad de crear ordinariatos de tradición luterana se ve como algo extremadamente improbable.
Las comunidades luteranas muy progresistas, que aceptan las prácticas homosexuales, el aborto, el divorcio, etc... nunca estarán interesadas en volver a Roma en grupo.
Y las comunidades luteranas conservadoras, precisamente por conservar una tradición eclesiástica, acumulan sobre todo una serie de documentos (las 95 tesis, los escritos de Lutero, la Confesión de Augsburgo, el catecismo grande y el pequeño de Lutero, y otros documentos del s.XVI) que son radicalmente incompatibles con el catolicismo. Por no hablar de cinco siglos de enseñanza luterana centrada en "Roma no tiene razón".
Quizá el cardenal Koch, al ser suizo, no piensa tanto en las comunidades luteranas de países anglohablantes como en las de Europa Central y del norte, países donde las Iglesias nacionales luteranas están abandonando su estatus como iglesia de Estado, cambian rápidamente su doctrina y dejan espiritualmente huérfanos a algunos luteranos que les gusta el ceremonial, la liturgia y la doctrina bíblica conservadora.
La obispesa lesbiana de Estocolmo y su "esposa", también pastora luterana, causan indiferencia a la mayoría de los suecos, alejados de Dios, pero siempre sería posible encontrar aquí o allá algún grupo luterano conservador que desee a la vez "seguir con la doctrina cristiana de siempre" y lograr la "unión entre los cristianos"... a través de Pedro y Roma. Suecia, Noruega, Dinamarca, Finlandia, Islandia, la misma Alemania, los países bálticos... ¿podría surgir allí algún ordinariato católico de origen luterano?
En contra juega también el escándalo de los abusos sexuales y los obispos ineptos que no supieron prevenirlos ni cortarlos a tiempo: es el caso, sobre todo, de Noruega y de Alemania.
Pero, por otra parte, en todos esos países antaño luteranos, hoy hay más católicos que nunca, a través de la inmigración y su natalidad: filipinos, polacos, lituanos, hispanos, africanos...
Ciudades que nunca tuvieron una iglesia católica, ahora la tienen. A medida que los últimos luteranos conservadores se sientan acosados por sus jerarquías progresistas y miren a su alrededor, puede que vean a sus vecinos católicos, filipinos o polacos, y quieran "algo así pero a nuestro estilo, no al de los inmigrantes". Ahí, la fórmula de los ordinariatos podría funcionar.