¿Dónde se encuentra la parroquia católica más antigua de Rusia? En Moscú, a la que llaman "la tercera Roma"?¿O en la muy cosmopolita y europea San Petersburgo?
Nada de eso. En Astrakán, la capital de una región situada en las orillas del Volga justo en su desembocadura al mar Caspio, encrucijada entre Asia y Europa.
Desde siempre ha sido un sitio privilegiado donde el Oriente daba la mano al Occidente... sacándose un provecho material, desde luego. El comercio solía ser la vía más rápida de establecer las relaciones entre los pueblos, junto con los privilegios concedidos a los comerciantes extranjeros, lo que atraía a esta parte del mundo a no pocos representantes de las casas comerciales de toda Europa.
Entre alfombras, especies, pieles y armas, en Astrakán apareció en la Edad Media una comunidad armenia, convertida en el mediador en el comercio entre los persas y los rusos. La mayoría de los armenios emigrantes eran católicos, y la nueva patria les proporcionó un seguro hogar protegido de las persecuciones persas y turcas.
Gracias a los armenios, la ciudad atrajo la atención del clero católico como un punto de apoyo para llevar la fe más allá al Oriente: Persia, India y China. Más adelante, el edicto de Pedro el Grande “Sobre la llamada de los extranjeros a Rusia con la libertad religiosa asegurada” favoreció aún más la actividad católica.
Los primeros conocimientos sobre los misioneros católicos en la región de Astrakán se datan del s. XIII. Los primeros documentos que citan la construcción del templo, se refieren al 1594, cuando en la ciudad se había levantado una capilla “latina” de madera.
Para comparar: la primera parroquia católica moscovita data del 1684, y en San Petersburgo, de 1710.
A mediados del siglo XVII llegó a Astrakán un monje capuchino llamado Soter para formar una comunidad católica y construir un templo, ya permanente, de madera. En los ss. XVII-XVIII, los poderes laicos miraban a los misioneros con benevolencia, sobre todo, debido a su gran labor educativa, cuyo centro fue la escuela greco-latina y biblioteca.
En 1721 comienza la construcción del templo de piedra. Esta iglesia, junto con la moscovita y la peterburguesa, se encontraban bajo la dirección un superior único, el padre Patricio de Milán, que dejaría Astrakán para ir después a la nueva capital del imperio, San Petersburgo.
El templo actual es el fruto de la amplificación del templo existente, terminado en 1769 y dedicado a la Asunción de la Virgen.
Es interesante mencionar que las obras se realizaban con gran participación de los representantes de otras religiones presentes en la ciudad, particularmente, los musulmanes, que donaron mucho material de construcción y trabajaron como voluntarios en su transporte.
En el exterior del templo se perciben varias formas más características del barroco ruso “ortodoxo” que de la arquitectura occidental.
Durante el s. XIX, en Astrakán aparecen otros edificios de culto católico: una iglesia de cementerio y dos capillas. El templo principal se mantiene en perfecto estado, se adorna con iconos de procedencia italiana y un gran órgano alemán.
La famosa Madomma Benois de Leonardo Da Vinci, un cuadro que hoy se exhibe en el Museo del Ermitage. El itinerario de la obra maestra hasta el Museo del Hermitage está apenas investigado pero Astrakán fue su lugar de origen.
Según la versión más conocida, el cuadro lo adquirió de un músico callejero italiano un habitante de Astrakán, P. Sapozhnikov, que era comerciante y coleccionista de objetos de arte. De él, lo heredó su nieta, que se casaría con el arquitecto peterburgués León Benois. Y ya de esta familia, el cuadro famoso pasó a las salas del Ermitage.
El historiador A. Markov que hace pocos años había descubierto en el archivo municipal de Astrakán un “registro” del 1827 de los cuadros de propiedad de P. Sapozhnikov, pudo establecer que éste adquirió el cuadro no de un músico callejero sino del general Korsakov.
Conociendo la historia de la misión de Astrakán, es lógico suponer que el cuadro podría haber llegado a la ciudad oriental junto con los misioneros italianos ya en el s. XVIII. A aquel período se refieren testimonios de los estudiosos de la historia de la región que manifiestan que varios sacerdotes traían y encargaban “iconos de obra italiana” para el nuevo templo de piedra y que no se escatimaban medios para embellecer el templo. Entre aquellos iconos podría haber estado la Madonna Benois, cuyo rastro en Italia se había perdido.
Tras el golpe de estado de los bolcheviques, los parroquianos sintieron la presión del nuevo poder “popular”. Primero, fueron nacionalizados los edificios del templo, casa parroquial, capillas, asilo y colegio.
Después, se redactaron listas exhaustivas de parroquianos, y el vicario fue advertido de su responsabilidad personal de la conservación de los objetos nacionalizados que magnánimamente los poderes cedían al uso de los fieles.
El número de los parroquianos decrecía: muchos de los extranjeros prefirieron volver a sus países. Poco a poco, los poderes aplicaron la soga fiscal: cada año el impuesto a los bienes parroquiales crecía en progresión geométrica, hasta que en el 1935 los parroquianos no pudieron pagar las facturas y el templo cerró sus puertas.
Los altares y cátedras de incalculable valor, cuadros e iconos antiguos, el órgano, todo se llevó a nadie sabe dónde, y el interior del templo pasó a alojar un establo y luego, un taller de ataúdes. Al mismo tiempo comenzaron las detenciones y deportaciones de los fieles.
A pesar de ello, los parroquianos más valientes siguieron reuniéndose en la casa que dio cobijo al último vicario, padre Adán Des, tan anciano que los poderes soviéticos, parece, no veían necesidad de ayudarle a morir.
El padre Adán, ya muy enfermo, celebraba la misa sentado en la cama que sacaban a la terraza, para facilitar la participación a más gente.
Durante la misa todo el mundo permanecía de rodillas: los niños pequeños, alrededor del padre Adán, los adolescentes, detrás de ellos, los jóvenes, en la escalera, los mayores, en el patio. Pasados unos meses, se le prohibió al sacerdote celebrar misa a domicilio.
Entonces los fieles comenzaron a venir en grupos pequeños, y para engañar a los policías que les vigilaban, se ponían mesas de fiesta en el cuarto vecino aparentando cumpleaños u otra fiesta “inofensiva”. Al cabo de unos dos años el padre Adán murió y fue enterrado en el cementerio católico de la ciudad. Los parroquianos seguían viniendo hacia su tumba para orar en comunidad.
En poco tiempo, alguien se dio cuenta que en el contiguo cementerio armenio comenzaron a desaparecer cruces y monumentos. Los fieles se alarmaron y fueron a preguntar a los poderes por la causa.
Se les tranquilizó diciendo que, a lo mejor, los dos cementerios iban a cerrarse y que si deseaban, podían recoger los restos mortales de los recién enterrados y trasladarlos. Los fieles empezaron los trámites para trasladar el cuerpo del padre Adán. Recibido el permiso, el grupo de parroquianos se presentó a la mañana siguiente en el cementerio… pero aquel ya no existía: ante ellos yacía un campo arado donde incluso los árboles habían sido arrancados de raíz. Fue inútil buscar el lugar de la tumba del párroco.
Todos los monumentos y cruces de piedra habían sido excavados y apilados en lo que apenas quedaba del cementerio armenio. Por las noches seguían desapareciendo los parroquianos más activos. Los fieles, de acuerdo con el legado de su último vicario, bautizaban a los niños y se reunían para hacer oración en casas.
Varias décadas el templo permaneció abandonado y en sus grietas crecieron árboles a pesar de la placa de “monumento arquitectónico protegido”.
Sólo en los años 70, tras una larga restauración, se habilitó el museo de arte occidental. Y así seguiría, sin duda, hasta ahora si no fuera por padre Jozef Gunchaga, en aquel entonces párroco del templo católico de la ciudad de Kamyshyn. Él consiguió reunir una pequeña comunidad que aún seguía reuniéndose para orar. Pronto, bajo las bóvedas del museo, sonaron las oraciones.
Poco a poco, el templo de la Asunción fue devuelto a aquellos para los que se había construido. A diferencia de muchas otras ciudades rusas, los poderes locales trataron a los católicos con benevolencia: después del templo, se recuperó el edificio de su antiguo hospital que ahora es su casa parroquial.
En junio de 1997, la parroquia celebró el 400 aniversario de su existencia y el 300, desde la construcción de su primer templo de piedra. En las festividades participaron, entre otros, el arzobispo Tadeusz Kondrusiewicz y pocos fieles que aún recordaban la parroquia antes de su liquidación.