"Ha llegado al Líbano un Papa que da testimonio, con su vida y con su magisterio, de que sólo reconociendo que todo hombre tiene necesidad de Dios se puede construir la concordia entre los pueblos. Nada sucede por casualidad, y este viaje es realmente providencial. Después de lo que ha ocurrido en Bengasi [donde murió el embajador estadounidense en Libia], era aún más grande la expectación ante las palabras de Benedicto XVI": el jesuita Samir Khalil Samir, estudioso del Islam de fama mundial, es también uno de los expertos que ha trabajado junto al Papa durante el Sínodo para el Oriente Medio.


Es la demostración de que la Iglesia que vive en Medio Oriente está profundamente radicada en la sociedad, y se da cuenta de las tensiones y las exigencias. En pocas palabras, la Iglesia ha tomado el pulso a la situación. La petición de libertad es algo presente desde hace mucho tiempo en el mundo árabe y los cristianos recuerdan que la libertad de conciencia y de fe es muy reciente y frágil. No queremos favores, queremos ser reconocidos como ciudadanos de pleno derecho, no de segunda categoría. Por esto solicitamos la posibilidad de dar testimonio y de anunciar el Evangelio igual que los musulmanes hacen con el Corán.


Miles de jóvenes salieron a las plazas impulsados por exigencias compartidas y ampliamente difundidas en la sociedad, pero después a la protesta espontánea se han unido las fuerzas organizadas, particularmente algunas de connotación islamista, y el espíritu inicial se ha perdido. En Túnez las condiciones de la mujer están retrocediendo, en Egipto se recibe como un progreso la presencia de presentadoras con velo en el telediario y en muchos países es peligroso llevar la cruz en el cuello. Y también lo que ha ocurrido en Libia denota que existe una situación de gran fragilidad. En general, corremos el riesgo de pasar de una dictadura política que ha tenido durante muchísimos años sometido al pueblo, a otra dictadura de signo religioso. Los cristianos piden una sociedad de iguales que no esté fundada sobre el credo religioso.


Aquí en el Líbano donde nosotros vivimos la convivencia en la diversidad es la normalidad. Chiítas, sunitas, drusos, cristianos de diversas confesiones… viven unos junto a otros, son reconocidas tanto las fiestas cristianas como las musulmanas, existe un equilibrio de presencia a nivel político e institucional. Un equilibrio que no es perfecto, pero que al menos garantiza la estabilidad. Es verdad que los problemas no faltan, pero las disputas no se deben a motivos religiosos, sino políticos.


Existen riesgos: la frontera se atraviesa fácilmente, tanto por prófugos como por quien quiere hacer circular armas y personal militar, especialmente grupos de extremistas suníes. Los cristianos que llegan aquí tienen el apoyo en familiares y amigos. Si vencen los rebeldes se corre el riesgo de una llegada masiva de alauitas, pero el problema más grave es el paso de gente armada sobre la que el ejercito libanés ejerce la vigilancia que puede.


Considerando que la unidad de los cristianos es la conditio sine qua non sin la cual desaparecerían en Oriente Medio, tengo que decir que a nivel de base veo un ecumenismo en la vida cotidiana, las diferencias teológicas o litúrgicas entre las diversas confesiones no crean problemas. En el clero la relación entre los grupos es más bien débil, no hay contraste pero sí indiferencia. Las divisiones entre cristianos surgen a nivel político, pero esto también sucede en Italia. Para dar testimonio aún queda mucho camino por hacer, tenemos que tener más valentía, ser testimonio del Evangelio también delante de los musulmanes. Es un testimonio que se da por amor, no para tener más adeptos, sino para que también nuestros hermanos musulmanes puedan descubrir la belleza del Evangelio, su fuerza liberadora. En estos días he estado con un grupo de jóvenes para presentar el viaje del Papa, había algunos convertidos al cristianismo, incluido un ex terrorista que cuando ha encontrado a Jesucristo ha comprendido que tenía que cambiar de vida.