Según informa la agencia misionera AsiaNews, que cita fuentes católicas locales, serían alrededor de 300 los niños de la etnia Tripura, en Banglades, las víctimas de esta operación.
Los Tripura, escribe AsiaNews, son una de las tantas etnias del país asiático. Son, en su mayoría, cristianos (católicos o protestantes) y se encuentran sobre todo en la Chittagong Hill Tracts, una zona al sudeste de Bangladesh.
Desde hace tiempo, en el área funciona una campaña en contra de las conversiones al cristianismo por parte de los musulmanes más radicales, que acusan a los misioneros de hacer proselitismo y conversiones forzadas para crear una región de mayoría cristiana que anexar a la India.
El mecanismo en marcha para el secuestro de los niños es bastante simple. Algunos intermediarios de la misma etnia, aprovechándose de la enorme pobreza de estas comunidades, se habrían llevado a los niños con el pretexto de hacerles entrar a una “misión de estudio”. Misión por la que los padres debían pagar entre 6 mil y 15 mil thakas (entre 57 y 145 euros). El dinero, explicaban, habría servido para pagar albergues inexistentes. Los intermediarios, en realidad, se quedaban con el importe y vendían a los niños a escuelas islámicas por todo el país.
Algunos de estos niños, afortunadamente, lograron escapar. Por ejemplo, 11 niños (10 varones y una chica) de las poblaciones de Thanchi, Ruma y Lama (en la Chittagong Hill Tracts). Después de 6 meses, en los que no faltaron las amenazas y la violencia, los pequeños lograron huir, gracias a la ayuda de “Hotline”, una organización por los derechos civiles y la defensa de las minorías con sede en Dhaka, cuyo directora ejecutiva es la católica Rosaline Costa.
La odisea de los niños comenzó entre enero y febrero de este año. Los primeros 8 niños fueron llevados a la madrasa Darul Huda Islami, en la población de Mia Para (en Gazipur). La niña fue encerrada en una escuela islámica (cuyo nombre se desconoce) de Muhammadpur, cerca de Dhaka. Los varones restantes se encontraban en la Darul Huda Islami de Maddha Badda (en Gulshan, Dhaka).
La rutina de sus días transcurría entre lecciones de árabe (de las 8 a las 12 del día), la lectura del Corán (Nurani Shikkha, de las 14 a las 17) y 5 oraciones obligatorias al día. En las diferentes madrasas, los chicos encontraron a otros cristianos, muchos incluso menores que ellos. Mientras tanto, no faltaban los episodios de violencia física, por ejemplo, cuando los chicos no asistían a las oraciones o cuando se negaban a participar en una de las lecciones.
La voluntad de huir se renovó hacia junio, cuando los Imanes anunciaron que los chicos habrían sido sometidos a la circuncisión y que, si estaban «listos para dar sus vidas» al Islam, habrían sido recompensados en el Behestha (Paraíso), porque ninguna de las demás religiones habría podido conducirles allí.
Atemorizados, los primeros 8 niños pidieron ayuda a una familia hindú que vivía cerca de la madrasa. Les contaron su historia y les pidieron que avisaran a sus familias, las cuales, al descubrir la suerte que habían corrido sus hijos, se pusieron en contacto con “Hotline” para que les rescatara. Cuatro niños escaparon el 4 de julio; los otros cuatro, el 13 de julio por la noche.
Un caso, por lo menos este, con final feliz. Sin embargo, la gravedad de la situación permanece.