El gobierno de Pekín es bien consciente de que la grieta abierta por el obispo Tadeo Ma Dakin el 7 de julio puede tener consecuencias imprevisibles. Ese día, tras ser consagrado obispo auxiliar de Shanghai con la aprobación de la Santa Sede, monseñor Ma anunció que abandonaría la Asociación Patriótica, organización títere del Partido Comunista que mantiene una jerarquía cismática paralela. Además se negó a abrazar a uno de los obispos colaboracionistas, Zhan Silu, presente en la ceremonia por imposición política.
Al día siguiente el obispo desapareció, y las siguientes noticias fueron las de su arresto domiciliario en el seminario regional de Sheshan. Tiene prohibido llevar cualquier distintivo de su condición episcopal, al tiempo que está siendo investigado por si violó las normas del Partido sobre la consagración de obispos.
Los dirigentes chinos no esperaban ese acto de desobediencia, el mayor desafío que han experimentado en muchos años, y temen perder el manejo de la situación: "El gobierno ha perdido el control de las masas y la confianza de la gente. A la Asociación Patriótica le han perdido el respeto y ya no cuenta nada", confiesa un obispo a AsiaNews. Y por tanto han iniciado una política de afirmación de su poder incrementando el acoso sobre la diócesis de Shanghai.
El obispo de Shanghai, Aloisio Jin Luxian, ha informado de que las clases en el seminario, que comienzan habitualmente a principios de septiembre, se suspenden sine die "ante la situación actual".
Del mismo modo, la madre Inés Liu Shujing ha sido cesada como superiora de la congregación de Nuestra Señora de la Presentación, justo cuando iba a celebrarse un retiro para 86 religiosas, que ha sido anulado. La causa sería su falta de "cooperación" con el gobierno en la consagración del 7 de julio, al negarse a asistir a ella, aunque según AsiaNews tanto las religiosas como algunos seminaristas se encargaron de impedir el acceso a la iglesia de los obispos cismáticos: formaron una barrera humana que sólo Zhan Silu logró traspasar.
Pekín está pues incrementando la presión sobre la Iglesia para evitar que el ejemplo de monseñor Ma Daqin se extienda a otras diócesis. De hecho, ya un sacerdote del seminario de Sheshan ha criticado públicamente al gobierno chino por elegir ese centro para la detención de Ma. Del mismo modo, dos obispos hasta ahora serviles al Partido han evitado a acudir a la última consagración ilícita, tal como les exigían las autoridades.