- Llegué aquí hace ya más de cuarenta años y soy Obispo desde hace veinte años. La situación ha cambiado mucho, ha evolucionado, me parece más bien
positivamente, aunque esto no signifique que las cosas vayan necesariamente en la dirección que nosotros querríamos. Hace falta paciencia, pero no faltan las señales positivas. Por ejemplo, hace días nos invitaron a participar como obispos católicos en las consultas para la nueva Constitución. Yo, personalmente, no nutro demasiadas esperanzas en este campo, pero el gesto en sí fue muy significativo: esta invitación indica que aceptan el hecho de que existimos, que es lo que pedimos desde hace tiempo.

En un primer momento, habían invitado al Patriarca ortodoxo y al Patriarca armenio, mientras que a los católicos nos habían ignorado. Más tarde, el
embajador de Turquía ante la Santa Sede notó la anomalía y pidió que se nos consultara también a nosotros. Y así fue: nos recibieron con gran amabilidad
y pudimos exponer nuestra situación. Aquí en Turquía el problema es sobre todo la cuestión de la propiedad de las iglesias, no tanto las relaciones con la población local, que son buenas. Nuestras dificultades son de carácter principalmente jurídico: lo que pedimos desde hace décadas es el reconocimiento del estatuto jurídico de la Iglesia Católica en Turquía.

Porque nosotros aquí jurídicamente no existimos. Es verdad que debemos admitir que también en muchos otros países la situación es la misma.

Respecto a nuestras continuas peticiones, nos respondieron que se valorará lo que se puede hacer y lo que se puede cambiar, pero que es imposible hacerlo constar en la Constitución. Veremos cómo evoluciona la cuestión, pero está claro que no podemos negar
que esta invitación que nos han dirigido ha sido muy positiva. Yo soy francés y noto numerosas semejanzas entre la Constitución de Turquía y la de Francia: tampoco esta última reconoce personalidad jurídica a la Iglesia Católica, que por este motivo se ha organizado en forma de asociación. Esto le permite llevar a cabo varios actos con valor legal, como comprar, vender, alquilar… No son privilegios lo que pedimos los católicos en Turquía, lo quiero recalcar con claridad, sino derechos equivalentes a los de los demás ciudadanos.


- En cierta manera esto es verdad, pero el AKP de Erdogan, el partido “de la justicia y el desarrollo”, no es un partido “islamista”. Los medios de comunicación usan esta expresión para simplificar. Está claro que las convicciones y la identidad musulmana del pueblo fueron el resorte para la victoria de Erdogan y los suyos, pero se puede comprender mejor este fenómeno, considerando por ejemplo lo que sucedió en Francia después de la primera guerra mundial. Los católicos sufrimos muchísimas presiones, teníamos que vivir como si no existiésemos. En cierta manera, a los musulmanes en Turquía les ha sucedido lo mismo. Erdogan apostó por ellos, por los turcos musulmanes y orgullosos de serlo, usó su apego a la tradición y ganó las elecciones. ¿Esto significa que es islamista? No, significa tomar nota de que también los creyentes tuvieron el derecho de expresarse y mostrarse a su favor...


- Puedo decir que el partido AKP no es homogéneo, en su seno existen el ala de derechas, la de izquierdas y la de centro. En todas partes, los líderes políticos tienen que medirse con distintas corrientes. Y en el caso turco
hay que reconocer que Erdogan es un político hábil, que sabe mantener la unidad entre las distintas almas.

- Sólo me he encontrado con él alguna vez cuando era alcalde de Estambul. Las relaciones siempre fueron cordiales, pero considero que, si ganó las elecciones es porque ha demostrado que es mejor que otros: sabe hablar de modo directo y sencillo con el pueblo. No hacen falta grandes discursos con demasiadas sutilezas para ganar las elecciones. La democracia es esto: el pueblo elige a las personas que quiere que le gobiernen. La cuestión es que sería necesaria una oposición bien organizada, pero desgraciadamente no existe. Turquía no escapa a las leyes universales del juego democrático.


-  Aunque la práctica democrática no sea tan sólida, hay que poner de relieve que en los últimos años se han realizado elecciones regulares. El pueblo vota y sí, se puede decir que Turquía es un país democrático.


- Hoy, con este gobierno que ha suavizado la laicidad del Estado y las leyes inspiradas en ella, se puede observar un cierto cambio respecto a hace cuarenta años, cuando llegué aquí: se nota la exposición más explícita de símbolos religiosos, por ejemplo, el número de mujeres que usan el velo ha aumentado respecto al pasado…


- Por ahora no. No es peligroso que las mujeres se pongan el velo, lo es si están obligadas a hacerlo por ideologías importadas del extranjero o si incluso se les paga para hacerlo. La verdadera cuestión es la libertad.

- Algunos dicen que está sucediendo también esto. Pero yo estoy convencido de que este nivel de fanatismo no forma parte de la Turquía real, sino que más bien viene de otros países musulmanes.


- Tratan de influir en la sociedad, pero por ahora no lo han logrado. Sin embargo, es preciso ser prudentes, hay que defenderse siempre.


- En un principio los turcos estaban muy motivados, pero ahora están cansados porque no entienden la actitud europea y se preguntan si se desea su adhesión o no. Algunos dicen: “Si no nos quieren, ¿para qué insistir?”. Otros piensan que como Estado Turquía no tiene ninguna necesidad de entrar en la Unión Europea y consideran la situación actual una verdadera injusticia para con ellos. No comprenden por qué países que han solicitado entrar después de Turquía, como Bulgaria o Rumanía, ya han entrado en la Unión. Los turcos son orgullosos y se sienten humillados por el comportamiento de algunos Estados. Actualmente, se percibe un cierto
desinterés entre el pueblo sobre este tema
, mientras que el gobierno sigue su marcha para obtener el reconocimiento. En cualquier caso, numerosas
personas creen que aunque no se llegue a la entrada formal en la Unión, se podrán encontrar otros caminos. Por ejemplo, he oído decir a hombres de negocios: “Turquía de hecho ya está en Europa, no importa si todavía está presente en las instituciones comunitarias. Los acuerdos culturales, comerciales y aduaneros estipulados funcionan bien”. Si Europa no quiere aceptar a Turquía —afirman estos empresarios— es Europa quien pierde, no Turquía. En Europa hay miedo por el Islam, este es el punto.


- Claro que sí. El Patriarca ortodoxo Bartolomeo y el Patriarca armenio han declarado abiertamente que son favorables a la entrada de Turquía en Europa. Y, con ellos, también nosotros esperamos que la adhesión pueda favorecer la solución de nuestros problemas.


- En la vida ordinaria de cada fiel esto no conlleva especiales problemas, mientras que hace difícil la vida de la Iglesia como institución. Un ejemplo sencillo: soy el Vicario Apostólico aquí, Obispo de esta diócesis, pero no puedo abrir una cuenta corriente a nombre de la diócesis. Porque la diócesis “no existe” legalmente. Tengo que abrir una cuenta personal y eso es
engorroso. Tampoco es clara la situación de los bienes inmuebles: todas nuestras iglesias existían antes de la República, después la situación se complicó radicalmente. Ni siquiera estoy seguro de que un reconocimiento jurídico, si tuviera lugar, resolvería esta situación de una vez por todas. Habría que regular y aclarar todos los asuntos de propiedad.


- Proponen hacer una ley, pero yo creo que será muy difícil de obtener. ¿Es posible imaginar que el Parlamento de un Estado grande como Turquía discuta
una ley que concierne a una minoría sobre la cual, fuera de Estambul, el pueblo conoce poquísimo? Creo que quizás como católicos deberíamos perseguir otra vía, siguiendo el ejemplo francés: en Francia la Iglesia Católica no está reconocida como persona jurídica, por lo tanto, simplemente se han constituido asociaciones diocesanas que cuentan con un estatuto jurídico.


Gozamos de la libertad de culto, pero la libertad religiosa es más que esto. Nosotros aquí no tenemos el derecho, por ejemplo, de fundar una asociación de jóvenes, porque no tendría ningún valor legal. De hecho, nos restringen al culto. En el fondo, en mi opinión, temen el proselitismo. Los turcos no quieren una Iglesia Católica turca.


- Sí, los pocos conversos tienen problemas con las familias de origen, que no aceptan su conversión.