En los altiplanos del centro de Vietnam se sitúa la parroquia de Hieu Dao, en la diócesis de Kon Tum. Hace treinta años el gobierno comunista les arrebató la iglesia, y desde entonces, a pesar de que la represión se ejerce ahora con mano más blanda, no se la ha devuelto.
"La necesitamos para la misa, para rezar", explica a Asia News un parroquiano. Y el obispo, Miguel Hoang Duc, corrobora ese deseo: "Estamos firmemente convencidos de que Dios restituirá el altar".
A pesar de las vejaciones que sufren, el número de católicos en el país asiático no deja de crecer. En la diócesis de Kon Tum, por ejemplo, son ya treinta mil, y durante la Cuaresma y la Semana Santa no han dejado de organizar actividades de evangelización. Y con éxito: este domingo serán bautizados varios catecúmenos. Desde 2003, son cinco mil los nuevos católicos en la diócesis.
En cuanto a la parroquia de Hieu Dao, la falta de templo no les arredra, y los fieles decidieron habilitar sus casas para que siempre hubiese un lugar donde recogerse, orar, leer el Evangelio, rezar el rosario y celebrar los oficios.
El prestigio de los católicos en Vietnam es muy alto porque en zonas de gran indigencia realizan labores de asistencia a enfermos y ancianos o iniciativas de préstamo barato para el inicio de nuevos negocios.
Son 261.000 en una población de 1.700.000, con un ritmo de crecimiento que demuestra que la vitalidad de la Iglesia (abundan las conversiones y las vocaciones) depende más de la fe y la devoción que de los medios materiales.