A sus 72 años, y con 47 de sacerdocio a sus espaldas, monseñor Frank Bognanno, párroco de la iglesia de Cristo Rey en Des Moines (Iowa), se aventuró a escalar el Kilimanjaro, en Tanzania, el monte más alto de África.

¿Misión? Evangelizar y decir misa para un grupo comandado por toda una celebridad: Charlie Wittmack, el triatleta más famoso del mundo, el único en recorrer, desde Londres al Everest, en pura práctica de su especialidad (natación, carrera y bicicleta atravesando), once países a través de montañas y desiertos.

Aunque el padre Bognanno lo ha hecho también por otro motivo: llevar la esperanza a quienes padecen cáncer. Porque todos los participantes en la expedición han padecido a esa enfermedad. Él incluido.

Wittmack y el director médico del grupo, el oncólogo Richard Deming, pertenecen a la diócesis de Des Moines. Ellos y 17 supervivientes del cáncer, más 20 personas que les cuidaron, alcanzaron el 10 de junio la cumbre del Kilimanjaro, a 3962 metros de altitud.

Bognanno había sido triatleta en su juventud. Hace 17 años le diagnosticaron un cáncer de próstata, que superó completamente. En 2009 se reavivó, pero de forma muy poco significativa.

Según el doctor Deming, la idea de llegar tan alto con personas que han llegado tan bajo (en el sentido de ser la dolencia más temida) tiene una fuerza simbólica que quería transmitir a sus pacientes.

Pero para monseñor había algo más: "Lo veo también como una penitencia. Ha sido para mí una experiencia espiritual, la oportunidad de estar más cerca de Dios. Y de que las personas que han participado en la expedición se acerquen a Dios un poco más, ellas también".