Con motivo de la muerte del tirano norcoreano Kim Jong Il, su vecino meridional, Corea del Sur, ha expresado sus condolencias a la población de Corea del Norte, no así a su Gobierno, mientras decidía, en deferencia a la situación por la que pasa Corea del Norte, no encender este año el gigantesco árbol de navidad que colocado en el año 2003 a unos kilómetros del Parque de la Paz de Dorasan, cerca de la frontera, siempre se ilumina por estas fechas.
El citado árbol de navidad, que no es tal árbol sino una torreta simulando un árbol y rematada con una cruz, es visible desde la ciudad norcoreana de Kaesong, y provocó varias veces las iras del difunto dictador, para cuyo régimen, sólo formaba parte de una estrategia de guerra psicológica de Seúl. Hasta tal punto que, según parece, el régimen de Pyong Gyang llegó a amenazar varias veces con abrir fuego contra él.
Por surrealista que la cuestión pueda llegar a parecer, no es tan extraña si se conocen los antecedentes de la cuestión. Y es que la población cristiana alguna vez llegó a representar el 30% de la población norcoreana, habiendo quedado reducida al día de hoy a prácticamente cero, tal ha sido la dureza y crueldad de la persecución contra los cristianos del régimen que fundara en Corea del Norte King Il Sung, padre del fallecido Kim Jong Il, y abuelo del nuevo dictador Kim Jong Un.
Para hacerse una idea de la entidad de la persecución anti-cristiana de Corea del Norte, baste decir que en su vecino del sur del mismo nombre, el cristianismo es la religión mayoritaria, practicada, según indica el Informe de libertad religiosa de Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN), por hasta un 43% de la población.