Vergüenza y dolor: son los sentimientos que los obispos y los integrantes de la directiva de la Conferencia de Religiosos holandeses expresan en un comunicado, en el día en el que la Comisión de Investigación sobre los abusos sexuales realizados a menores en la Iglesia católica, entre 1945 y 2010, (Comisión Deetman) presentó su informe final.
Por todo lo sucedido, los obispos y los religiosos reconocen la culpa de los autores de las violencias, pero también de las autoridades eclesiales que no actuaron de modo correcto en el interés prioritario de las víctimas a las que, afirman, van nuestra cercanía y excusas de todo corazón. Expresan profundo pesar.
El empeño ahora es hacer justicia a las víctimas y apoyar su camino de recuperación. En esto, precisan, trabaja ahora la nueva Comisión para las querellas y la regulación de los resarcimientos, pero será necesario tomar también otras iniciativas de asistencia.
Del informe de la Comisión de Investigación emerge también que dentro de la Iglesia había una cultura cerrada en la que no se hablaba de sexualidad, ni de abusos sexuales. De aquí el compromiso de afrontar estos aspectos, introduciendo también códigos de comportamiento claros y programas de prevención en los institutos de formación para sacerdotes.
Los obispos y los religiosos reconocen además que no sólo a los niños víctimas de abusos se ha infligido un terrible sufrimiento, sino también a sus familias que se habían dirigido con confianza a las instituciones eclesiales y a la figuras sacerdotales y religiosas. También a estos ofrecen sus excusas sinceras.
Por último, reiteran con fuerza la condena de toda forma de abuso sexual en cuanto comportamiento diametralmente opuesto a la dignidad de la persona y del Evangelio. Tal abuso será siempre condenable y no puede encontrar lugar en la Iglesia. Ninguna ambigüedad por tanto se admitirá en el futuro: en caso de sospecha de abuso, se comprometen a tomar las medidas canónicas y judiciales necesarias en el respeto de las leyes holandesas.
A los sentimientos de pesar y de profunda vergüenza, expresados por la Conferencia Episcopal y por la Conferencia de Religiosos holandeses, se asocia completamente el cardenal Adrianus Johannes Simonis, arzobispo emérito de Utrecht: con ellos, el cardenal deplora todo lo sucedido que, escribe en una nota, nunca hubiera debido suceder y dirige sus excusas a las víctimas.
“Desde el punto de vista del gobierno --afirma además--, resulta que también bajo mi responsabilidad no se haya actuado en modo adecuado en un cierto número de casos. Lo lamento muchísimo”.
El cardenal se refiere en concreto a las propias “infelices” palabras dichas en una entrevista, en marzo de 2010, cuando a la pregunta de si los obispos holandeses conocían casos de abusos en los institutos, había respondido que no.
Del informe resulta en cambio que, en la Conferencia Episcopal se había hablado de ello, aunque antes de su nombramiento como obispo. Además, resulta que él admitió al sacerdocio o encargado en ámbito pastoral a personas que se hicieron culpables de abusos sexuales.
El purpurado se dice gravemente desilusionado de la confianza que había depositado en estas personas, pero se pregunta también si él mismo no haya sido demasiado ingenuo.
El cardenal Simonis se dice pronto a ofrecer sus servicios a los obispos de Holanda para la plena superación de una página tan negra en la vida de la Iglesia local. “Pido a Dios, concluye, para que la investigación ayude a la curación de las víctimas y anime a los hombres de Iglesia a una purificación interior”.