El padre Federico Trinchero es un carmelita descalzo misionero en República Centroafricana desde hace once años, actualmente uno de los lugares más pobres e inseguros del mundo. El coronavirus no entiende de continentes ni de fronteras y también ha llegado a este punto del continente africano, aunque de momento gracias al calor y a la juventud de su población no está causando muchos contagios.
Sin embargo, el casi inexistente servicio de salud del país es uno de los grandes temores en caso de que el virus se extienda. Y para mostrar esta situación este misionero cuenta a Tempi la realidad que están viviendo desde su comunidad en Bangui, capital del país.
El radical cambio en la vida del convento estas semanas
“En República Centroafricana, donde vivo desde hace once años, la temperatura a menudo supera los 30 grados y el 70% de la población tiene menos de treinta años”, cuenta. Y en estos momentos los lugares de culto permanecen cerrados debido al coronavirus.
“Afortunadamente, todavía son posibles celebraciones de hasta 15 personas. La vida convencional, por lo tanto, transcurre con calma, en oración y trabajo, en un silencio al que no estábamos genuinamente acostumbrados y en una situación muy diferente en comparación con cuando, durante la guerra, estábamos encerrados en la casa por miedo a las bombas, pero con diez mil refugiados con nosotros. Obviamente extrañamos a nuestros fieles y a los niños y jóvenes que constantemente corren por el convento. Pero esperamos que este ayuno no dure demasiado”, relata.
El más que precario sistema de salud del país
Con respecto al coronavirus, el padre Trinchero indica que de momento los contagios son escasos pero incide en que “debe tenerse en cuenta que solo hay un laboratorio en el país capaz de realizar las pruebas y, por lo tanto, ciertamente en realidad hay más casos. En Camerún, por ejemplo, el país vecino con el que África Central tiene más intercambios económicos, se encuentra en una situación mucho más grave con respecto a contagios y muertes”.
“Si el virus se propagara por estos lugares en la misma proporción con las que se propagó en otras áreas del planeta sería una catástrofe. República Centroafricana no tiene un sistema de salud capaz de hacer frente a tal emergencia. Dos veces más grande que Italia y con una población de alrededor de 5 millones el país tiene solo tres respiradores. Cuando me enteré, confieso que fueron hasta buenas noticias para mí. Pensé que no había ninguno”, confiesa.
Este misionero señala que una de las cuestiones más complicadas en este país es la de mantener las distancias de seguridad para el contagio. En su opinión, “incluso si los contagios se desarrollan levemente, y eso es lo que todos esperamos, los efectos de la pandemia ciertamente se sentirán”.
La fe de un pueblo
La falta de alimentos en supermercados provoca un aumento del precio de productos básicos y esto afecta “particularmente a los sectores más pobres de la población”.
Sin embargo, y de manera triste y paradójica, “República Centroafricana después de años de guerra está más preparada que otros países más desarrollados para enfrentarse a situaciones de emergencia y vivir en condiciones extremas. Ya ha sucedido, por ejemplo, el no tener escuela no durante meses sino años, y verse obligados a no abandonar sus hogares durante semanas, establecer hospitales de campaña, renunciar a viajes o eventos y organizar su presupuesto mensual muy pequeño sin estar demasiado influenciado por el desempeño de la bolsa de valores de Wall Sreet”.
“África central tiene pocas armas para una batalla contra el coronavirus. Pero no se rinde. Y como siempre, se confía a Dios y se han preparado para celebrar la Pascua, esta vez no en iglesias abarrotadas o incluso frente a la televisión, sino que se reúne alrededor de la radio”.