La India es un laboratorio curioso de lo que puede esperarse en el Tercer Milenio cristiano: un subcontinente enorme poblado por un mar de hindúes, donde la modernidad y la tradición se mezclan de formas extrañas, y en el que el catolicismo crece, pero crece mucho más, de forma desproporcionada, su presencia social.
Hay unos 17 millones de católicos en la India: algo menos del 2% de la población. Sin embargo, se calcula que el 33% de los trabajadores sanitarios del país son empleados en entidades sanitarias católicas (incluyendo 40.000 enfermeras religiosas), y que el 22% de los servicios de salud del país son católicos.
Este dinamismo es claro en las zonas en las que se establecieron los enclaves portugueses ya en el siglo XVI, como Goa y Kerala, pero incluso en zonas de reciente presencia católica, diminuta, se nota su florecimiento.
Un caso claro es la joven diócesis de Asansol, en Bengala, no lejos de la frontera con Bangla Desh. Es una zona con fuerte presencia industrial y bien comunicada con Calcuta. En la diócesis viven 13,2 millones de personas. Los católicos son poquísimos: 29.000, no llegan al 0,3%. Pero son el doble que hace apenas 15 años. Entonces tenían unos 15 curas diocesanos, ahora cuentan con 29, además de 21 sacerdotes de congregaciones religiosas, así que también han doblado su clero.
Esta diminuta comunidad religiosa es desproporcionadamente rica en obras:
- 3 escuelas pre-primarias (500 alumnos)
- 13 escuelas primarias (3.600 alumnos)
- 10 escuelas secundarias (16.400 alumnos)
- 6 escuelas post-secundarias (6.600 alumnos)
- 3 clínicas
- 7 dispensarios
Además mantiene un orfanato, un centro juvenil, dos centros de apostolado familiar, una casa de ancianos, tres asociaciones de bienestar social y una asociación de créditos sociales. Los créditos apoyan a una población rural muy endeudada, que debe pagar parte de su cosecha cada año a los grandes terratenientes.
Esta ayuda social y cultural es muy necesaria en una región en que el ingreso anual per capita es de 260 dólares USA, y donde un 35% de la población es analfabeta.
Toda esta actividad es posible gracias a la entrega de por vida de los religiosos, casi todos indios, que incluyen Hermanos de La Salle, carmelitas, claretianos, salesianos (de Don Bosco), misioneros salesianos (fransalianos) y jesuitas; y entre las mujeres; carmelitas apostólicas, hermanas de Betania, carmelitas teresianas, Hijas de la Caridad, hijas de Santa Ana, hermanas de Loreto, Misioneras de la Caridad, servitas, hermanas del Sagrado Corazón y otras. Hay 90 religiosas en la diócesis.
Asansol cuenta con una docena de seminaristas; 400 bautismos al año y mil catecúmenos preparándose para bautizarse en sus 12 parroquias y 40 centros misioneros. Parece poco, pero pongamos las cifras en proporción: si la diócesis de Madrid fuese tan evangelizadora como Asansol, 110.000 madrileños se estarían preparando para el bautismo (230 en cada una de las 480 parroquias madrileñas).
Y detrás de este impulso, además de oración y esfuerzo de muchas congregaciones, está el apoyo de entidades como Ayuda a la Iglesia Necesitada, que permite a esta diócesis pequeña y necesitada dar pasos en la fe.
Lo que en 1870 empezó como una misión jesuita en Bengala, es hoy un ejemplo de pequeña diócesis en crecimiento, el tipo de experiencia que quizá marcará la diferencia este siglo a nivel global.