Las cosas están cambiando en Vietnam. En los tres años transcurridos desde que el jesuita Cosme Hoang van Dat, de 61 años, fue nombrado obispo de Bac Ninh, ha realizado 251 visitas pastorales en la diócesis. Uno de sus predecesores, el luego cardenal Pablo José Pham Dinh Tung, sólo pudo hacer cinco entre 1963 y 1994: se pasó casi todo el tiempo en la cárcel.
Riesgo que también ha corrido monseñor Van Dat, aunque la feroz represión comunista de entonces se ha mitigado bastante. El 9 de septiembre de 2008 se puso a la cabeza de 39 sacerdotes y cientos de fieles para desplazarse hasta Thai Ha y solidarizarse allí con los redentoristas de Hanoi, a quienes el gobierno quería incautar los bienes. Ese gesto ("he querido traeros mi solidaridad en persona hasta este lugar donde de pequeño asistía a misa", les dijo) pudo costarle la consagración episcopal, prevista para el mes siguiente y que las autoridades amenazaron con impedir si realizaba la marcha.
Y es que le tenían ganas, por así decirlo: una semana antes había acudido a Tam Dao a reconsagrar una iglesia que habían ocupado los comunistas durante 54 años, y durante días tuvo que padecer una intensa campaña de calumnias y ataques por parte de los medios oficiales.
Pero estas historias no son impedimento para un hombre "de voz amable y pequeña estatura incluso para los estándares vietnamitas", como le define J.B. An Dang para Asia News. No en vano está acostumbrado a riesgos mayores, como el trato con enfermos de lepra, lo cual le ha ganado el sobrenombre de "el obispo de los leprosos". En su diócesis hay cuatro campos para ellos, atendidos por trescientas religiosas.
La diócesis de Bac Ninh, que presume de haber dado a la Iglesia doce mártires reconocidos, cuenta actualmente con 125.000 fieles para una población total de ocho millones de habitantes, y 57 sacerdotes, cuatro de los cuales han podido viajar a estudiar a Europa.
En 1954, cuando se partió el país y los comunistas se quedaron con esa parte del territorio, los fieles no llegaban a treinta mil y sólo tenían "sacerdote y medio": uno con permiso y otro clandestino. Luego llegó la guerra y el 80% de los lugares de culto quedaron destruidos por los bombardeos. Hoy hay 336 puntos de oración, y los sacerdotes de la diócesis los visitan todos para ofrecer los sacramentos.
Con todo, monseñor Van Dat es humilde, y confiesa que no sabe cómo se dirige una diócesis: "En mi vida lo único que he hecho es atención pastoral, la mayor parte del tiempo con leprosos. Me limito a hacer lo que hay que hacer, y nada más", explica a Asia News.
Y transmite también su inquietud por otra "lepra": Vietnam es hoy el país del mundo con mayor tasa de abortos, remate final a sesenta años de sufrimiento para todo el país, y en particular para su pequeña minoría católica, cuya firmeza y fidelidad aportan a su obispo la paz que la realidad, más angustiosa, parece querer robarle.