Hace poco más de un mes ReL recogía en una entrevista las esperanzas de Cesare Mazzolari, obispo de Rumbek desde 1998 (de facto, como administrador apostólico, desde 1990), ante el nacimiento de Sudán del Sur, nuevo país católico de África segregado de la intolerancia islámica de Sudán del Norte.
Este sábado, festividad de la Virgen del Carmen, monseñor Mazzolari, comboniano italiano de 74 años, que era parte de esa misma esperanza, ha muerto en su tierra de acogida mientras celebraba la misa dominical. Llegado el momento de la consagración, las fuerzas le fallaron y se derrumbó en una silla. Inmediatamente fue trasladado al hospital público de Rumbek, donde ya no pudieron evitar su fallecimiento a consecuencia de la enfermedad que padecía.
La muerte de este misionero ha causado estupor y dolor no sólo en Sudán del Sur, sino también en África. Y se valora su condición de misionero "a la antigua", en el sentido de valorar por encima de todo la sobrenaturalidad de su misión, más allá del bien que pudiese hacer en el plano meramente material.
Así lo expresa en su blog Sandro Magister, quien lo llama por eso un misionero "verdadero" y reproduce un esclarecedor texto, correspondiente al libro-entrevista con Lorenzo Fazzini que acaba de publicarse en Italia.
Especialmente sobre tres puntos.
Primero, la naturaleza del misionero: "Nuestro sustrato auténtico es la fe... La gente sabe que cogemos la malaria como ellos, y que sin embargo nos quedamos aquí. Creo que el hecho de permanecer con ellos y de intentar ayudarles, aunque sea de manera limitada, significa algo muy concreto para los africanos: ´¡También vosotros sois importantes!´... A los misioneros no nos gusta hacernos las víctimas. Todo procede de una vocación que no nos hemos dado a nosotros mismos y que ni siquiera se mantiene por nuestra inclinación o nuestra buena voluntad. Es algo que Dios nos ha dado. Y que no vale de una vez para siempre, hay que pedir cada día la perseverancia. No es la rutina la que te impulsa a seguir, sino la gracia del Señor".
Segundo, su diferencia con las ONG: "Gente que hace el bien hay mucha. Algunos incluso nos pasan por las narices lo que hacen cuando llegan con muchos medios. Pero esos ´benefactores´ que vienen aquí no garantizan la continuidad. Vuelven a casa y escriben un gran libro sobre lo que han hecho... pero la gente de aquí no mejora. Lo que buscamos los misioneros no son sólo obras externas, porque no es eso sólo lo que representa la promoción humana ni lo que constituye un auténtico desarrollo. Lo que cambia las cosas es el sacrificio de la persona que viene aquí, se olvida un poco de sí misma y se dedica a los demás... Por eso muchos donantes nos confían sus obras, porque saben que la Iglesia se queda, permanece, lo desafía todo, está con la gente de a pie".
Por último, unas observaciones interesantes sobre el problema musulmán en Italia, válidas para cualquier otro país de Europa: "No es fácil tratar con un pueblo como el islámico. Deberíamos haber conocido mejor su historia y haber dispuesto una legislación más selectiva para ver si teníamos posibilidades de convertirlos en ciudadanos italianos de forma que se integrasen de verdad. Algo, por cierto, nada fácil. Aun sin conocerles, en algunos casos hemos llegado a ofrecerles nuestras iglesias como mezquitas. No hemos comprendido que los musulmanes son posesivos e invasores, y crean jaleo y confusión hasta el final. No tienen ningún respeto por quien no sea de los suyos. Hemos hecho un pacto con los ojos cerrados, hemos practicado una acogida a ciegas, no informada".