Cubierto por una calzón, con las manos y los pies clavados a una cruz, con una corona de espinas en la cabeza y con una herida en el costado, ha aparecido muerto en Mungyong, en Corea del Sur, a unos 200 kms. al sur de Seúl, un hombre cuyo único dato personal que se conoce es que responde al sobrenombre de "Kim". El parecido con la crucifixión que relatan los evangelios es tan detallado, que incluso han aparecido a los lados de la cruz otras dos cruces pequeñas. Según ha señalado la autopsia, el hombre habría muerto desangrado por la herida del costado y de asfixia.

De hecho, la única diferencia que la crucifixión en cuestión  registra con la de Jesucristo, reside en el detalle de que el crucificado coreano ha aparecido con una cuerda de nylon alrededor de cuello, brazos y estómago, probablemente para asegurar la sujeción de su propio cuerpo al instrumento de su tortura.

Pero lo más increíble del caso, es que según señala la policía, concretamente la comisaría provincial de Gyeongbuk, el hombre podría haberse infligido todos esos tormentos a sí mismo. De hecho, frente a la cruz ha aparecido un espejo cuya finalidad parece ser la de que el presunto autocrucificado pudiera contemplar su propio suplicio.

En el lugar de los hechos han aparecido numerosas herramientas, todas las que uno puede imaginar necesarias para llevar a cabo un plan semejante al realizado por el autocrucificado coreano. Entre todas ellas, llama la atención la presencia de un taladro con el que probablemente, Kim se  habría oradado manos y pies antes de atravesárselos con los clavos de la crucifixión.
La Policía especula con la suposición de que Kim fuera un cristiano, algo que visto lo visto, no parece ofrecer dudas. Más dudas ofrece preguntarse qué pudo llevar al desgraciado coreano a depararse a sí mismo semejante final. Y eso siempre que no se haya tratado de un asesinato, pues la hipótesis del suicidio no parece absolutamente firme. En cualquier caso, descanse en paz el pobre desgraciado.