“Jesús, ¿Qué es lo que he hecho?” En medio de la desesperación, de la angustia y del terror, eran las únicas palabras que daban vueltas vertiginosamente en la cabeza de un padre al instante siguiente de haber asistido al aborto de su hijo. No un padre cualquiera, no un joven sin experiencia, no un hombre tímido e inseguro a causa de una situación que no sabía gestionar, no un católico fervoroso cuya esposa había decidido por los dos, no. El grito silencioso de remordimiento es de Steve Tyler, una estrella del rock de fama internacional y líder de los Aerosmith.
Sucedió en 1975, año de los primeros sucesos arrolladores para el grupo, cuando emergía también bajo un perfil comercial con Toys in the attic, del que ha vendido cerca de 8 millones de copias, Sweet emotion y Walk this way. Tyler, por entonces de 27 años, se había mudado a Boston y había querido tener con él a su jovencísima novia Julia Holcomb. La joven tenía entonces solamente 14 años, y para consentir la convivencia entre los dos, los padres de Julia habían firmado un permiso para confiar a Tyler la custodia legal de la hija.
Aunque en los años de la adolescencia Tyler hubiese tenido ya experiencias con el alcohol y la marihuana, fue el aborto de su novia lo que marcó la vertiente más importante de su vida, que degenera de forma irreversible. Aunque continuaba viendo a Julia, desplomada en una crisis depresiva que la llevó a intentar varias veces el suicidio, inicia una relación con una modelo de Playboy, Bebe Buell, la cual lo acompaña en un viaje por Europa. La modelo es la primera y directa testigo del abismo en el que cae Tyler: “Estaba loco, siempre completamente borracho, varias veces destruyó la habitación que teníamos asignada. Ya de regreso en Boston, las cosas no fueron mejor. Un día, al volver a casa, lo encontré tendido en el baño, recubierto de droga. Estaba destruido por el dolor”. La situación degenera hasta tal punto que Buell, cuando quedó encinta de su hija Lyv, nacida en 1977, decide que es imposible educar a un hijo con un hombre completamente fuera de control a su lado y vuelve con su ex novio, el productor Todd Rundgren, el cual educará a Lyv como si fuese su hija.
De cómo su vida ha quedado arruinada por la droga, Tyler habla también en su misma autobiografía: “Me he drogado en mi Porsche, en mi avión y en mi casa. He despilfarrado 20 millones de dólares por culpa de la droga. A pesar de que en los años 80 fui uno de los cantantes más célebres y mejor pagados del mundo, estaba siempre sin dinero a causa de los estupefacientes”.
El libro ha sido presentado por el cantante como “el relato de su descenso a los infiernos”: “Salía con frecuencia al escenario con una caja llena de droga –escribe el cantante –. Soy afortunado por estar todavía vivo”. De nada ha servido su estancia en diversos centros de rehabilitación para desintoxicarse: “Si no hubiese sido ayudado por otros, probablemente habría muerto en varias ocasiones”, ha declarado. “He aquí qué cosas he sacado de la droga. Me ha alejado de los hijos, ha marcado de forma negativa mi banda, ha destruido mis matrimonios y muchas veces me ha causado humillaciones”.
Una historia triste. Miserable, si pensamos que estamos hablando de un gran talento rockero, que en su vida ha tenido posibilidades extraordinarias de éxito así como de alcanzarlo. Una historia que Tyler ha puesto por escrito en un libro que probablemente es el espejo de su estado de ánimo hoy, titulado “¿Te causa molestia el ruido en mi cabeza? No, no nos causa molestia, Tyler, y quizás el ruido es hijo de aquella frase que como un torbellino daba vueltas en tu cabeza en aquella desnuda habitación del hospital “Jesús, ¿qué es lo que he hecho?
Traducido por José Martín