En la abadía londinense de Westminster, el príncipe Guillermo de Gales se casó, el viernes 29 de abril, con la “commoner” o plebeya Kate Middleton. Si todo va bien, el joven Windsor subirá un día al trono. En una solemne ceremonia de entronización, rica en elementos y símbolos provenientes de la tradición judeo-cristiana, que de nueva tendrá lugar en la abadía de Westminster, el nuevo soberano del Reino Unido, debería recibir también el título de “Defender of the faith” (“defensor de la fe”, se sobreentiende la cristiana) conferido por el Papa León X a Enrique VIII en plena Reforma, en el lejano 1521.
Pero mientras que la monarquía atrae la atención del gran público y de los medios de comunicación, la misma fe cristiana esta hoy siendo atacada en las islas británicas. Según un informe del Christian Institute, publicado en diciembre de 2009, con el título “Marginalising Christians. Instances of Christians being sidelined in modern Britain”, desde mayo de 2008 a mayo de 2009, más de veinte iglesias esparcidas por todo Reino Unido sufrieron ataques incendiarios. En marzo del año pasado, un incendio provocado destruyó casi completamente la iglesia de Saint Mary en Westry, cerca de March, en el condado de Cambridgeshire (The Daily Mail, 16 marzo 2010).
Finalmente durante el pasado Triduo Santo, símbolos o lugares de culto cristianos fueron el objetivo de agresiones o ataques. Como cuenta el Christian Institute (28 de abril), la misma noche de Viernes Santo, unos desconocidos prendieron fuego dos veces a una gran cruz de madera colocada en una plaza del centro de la ciudad de Faversham, en el condado de Kent. Después de la segunda intentona, la policía decidió retirar la cruz, que había sido utilizada durante la mañana para una procesión y una liturgia ecuménica organizada por Churches Together. Mientras que fue arrestado un sospechoso, el reverendo Geoff Cook, de la Iglesia Baptista de Faversham, declaró ignorar los motivos que subyacen detrás del ataque. “Sólo puedo hacer conjeturas”, dijo (BBC, 23 de abril).
Peores han sido los daños sufridos por una iglesia del condado escocés de Lothian Occidental. Se trata de la iglesia de Saint Andrews en Livingston, al suroeste de Edimburgo. En la noche que va del Viernes Santo al Sábado Santo, algunos desconocidos apedrearon el lugar de culto, rompiendo en mil pedazos los cristales de 11 ventanas (excepto las vidrieras, por fortuna protegidas por hojas de plástico). Según el Scotsman (27 de abril), es el sexto o séptimo acto vandálico realizado contra la iglesia en el último año. Según el custodio, Jim Pollock, los autores pertenecen probablemente a una banda juvenil que a menudo merodea por la zona. “Supongo que han sido los jóvenes, cosa que aún es más triste para la sociedad”, dijo. Un consejero local Bruce Ferrie, habló de un “innoble e insensato acto de vandalismo en el interior de una pequeña comunidad”.
Pero en este periodo de Pascua el golpe más doloroso ha sido infringido por la propia justicia británica. El Charity Tribunal ha rechazado, de hecho, el martes 26 de abril, la última apelación presentada por la agencia católica de adopción Catholic Care, de la diócesis de Leeds. Como otras agencias católicas activas en el sector de las adopciones, también la Catholic Care había pedido estar exenta de las normas de la Equality Act (Sexual Orientation) Regulations. Introducidas en 2007 para eliminar la discriminación basada en el orientación sexual, las disposiciones en cuestión obligan a las agencias de adopción a aceptar las parejas homosexuales como potenciales padres adoptivos.
La sentencia del Charity Tribunal, que confirma una decisión previa de la Charity Commission, ha satisfecho a las organizaciones pro derechos homosexuales, como Stonewall. Ha quedado muy desilusionado, sin embargo, el obispo de la diócesis de Leeds, monseñor Arthur Roche. “Es una desgracia que quien sufra a causa de esta sentencia sean los niños más vulnerables, a los que Catholic Care ha proporcionado un servicio excelente durante muchos años”, declaró después de una batalla legal que ha durado dos años (The Guardian, 26 de abril).
Para el administrador delegado de Catholic Care, Mark Wiggin, el mensaje del tribunal es claro: acabar con las actividades o dejar de ser una agencia católica, un ultimátum inaceptable para el organismo. Algunas de las 11 agencias católicas de adopción presentes en 2007 en Reino Unido de hecho, han cerrado ya sus puertas, otras, sin embargo, han decidido renunciar al estatus de agencia diocesana para poder continuar con el servicio. Aunque el Tribunal ha reconocido que un eventual cierre de Catholic Care sería “un pérdida para la sociedad”, ha seguido, de todas maneras, la línea trazada por el entonces ministro laborista Tony Blair, según el que no puede haber lugar para la discriminación en la sociedad británica. Para el Charity Tribunal, avalar la petición de exención propuesta por Catholic Care, habría supuesto “un daño para las parejas del mismo sexo y para la sociedad en general”.
Según la administradora delegada del Christian Legal Centre, Andrea Minichiello Williams, la sentencia del Charity Tribunal confirma lo que ya se sabía: “La Equality Act, que se presenta como instrumento para garantizar una sociedad más tolerante, se usa como una forma de intolerancia patrocinada por el Estado”.
De las islas británicas también nos llega una buena noticia. La Wakefield and District Housing (WDH) -con casi 1.500 trabajadores y más de 30-000 casas en Yorkshire Occidental, una de las más grandes cooperativas constructoras de Gran Bretaña – ha decidido abandonar el procedimiento disciplinar abierto contra uno de sus electricistas, Colin Atkinson. El trabajador de 64 años de edad se negó a quitar una discreta y simple cruz, hecha con una hoja de palma, del para brisas de su furgoneta de la empresa Según lo que cuenta el Daily Mail (22 de abril), que habla de una “victoria pascual”, la marcha atrás de la WDH sucedió después de una reunión “confidencial” entre dos responsables de la empresa y el directo interesado, que estaba acompañado por su representante sindical, Terry Cuncliffe. “No quiero imponer mi fe a nadie. Pero tampoco quiero esconder mi cruz como si fuese un secreto del que avergonzarse”, dijo Atkinson después de la decisión tomada por la dirección de la cooperativa (The Daily Mail, 23 de abril). “Quiero ser respetado. ¿Era pedir demasiado?”
Muy fuerte ha sido por otro lado el análisis proporcionado por el electricista, que se autodefinió “un tipo normal”. “Este país ha sido construido sobre valores cristianos, pero está perdiendo su identidad porque todos tienen miedo de ofender a las minorías”, declaró. “Siempre me he sentido muy orgulloso de ser británico. ¿Pero lo soy todavía? Esta es un pregunta fuerte”.