Kazuko Nabeshima tiene 70 años y nació en Nomozaki, en el extremo sur de la península de Nagasaki (Japón). A pesar de que es una de las zonas más católicas del país y hay muchos templos de todo tipo, ella nunca fue creyente.
Tras graduarse, llegó a Nagasaki para trabajar y vivió allí durante más de 30 años. Hace seis años, su única hija, Yumi, que vivía cerca de ella, decidió mudarse con su familia a Okinawa. Este fue el punto de inflexión para que su vida comenzara a cambiar.
Conocer de cerca la religión
"No sabía nada de Okinawa… pero tenía ganas de mudarme", expresó Nabeshima. Para Yumi, aquello suponía un buena noticia, y le dio la bienvenida a formar parte de su hogar. Cuando la hija se mudó, se convirtió en poco tiempo en protestante y renunció a su trabajo como enfermera para involucrarse en las actividades de su iglesia.
"Me sentía aislada porque no podía hablar con mi hija. Me preocupaba si era bueno estar tan obsesionada con la religión", dijo Nabeshima. Sin embargo, un día quiso descubrir la religión con la que Yumi estaba "tan obsesionada" y asistió a un servicio en la iglesia.
Como la iglesia de Yumi estaba muy lejos y Nabeshima solo quería conocer de cerca lo que era la religión, su hija le recomendó una iglesia católica cerca de su apartamento, en la ciudad de Nago (Okinawa). Durante casi un año y medio, Nabeshima visitó aquel templo.
Allí encontró a dos feligreses que la acogieron particularmente bien. "Me recibieron sin tratarme como a un extraño", reconoce. Para Nabeshima, asistir a la misa dominical era descubrir que "la iglesia es un buen lugar".
Fue pasando el tiempo y la mujer comenzó a asistir a misa diaria, que celebraba el padre Michael Nguyen Xuan Vinh, quien llegó a Nago en junio de 2022. "Cuando voy a misa es como entrar en contacto directo con Dios, me siento en el cielo. Mi cuerpo está envejeciendo, y no me creo que pueda rezar así", expresa.
Nabeshima se siente "bendecida" por haber conocido a Hatsuko Ikema, quien se sentó a su lado en la iglesia al principio del todo. Ahora es su madrina de bautizo. "Hay muchas cosas que no sé, pero la Biblia es maravillosa. Cuando me enseñaron que Jesús decía: 'Oren así: Padre nuestro que estás en los cielos...', envidié a las personas que tenían a Jesús en ese momento", afirma.
Nabeshima dice que ella es "el tipo de persona que se pone siempre muy nerviosa, y en el trabajo, usaba una especie de armadura emocional". Sin embargo, gracias a la Iglesia, "la sangre volvió a circular de nuevo en mi cabeza, y en mi corazón endurecido". La anciana sintió que estaba volviendo a la vida.
Nabeshima era una niña enfermiza que fue cuidada por su hermana mayor, que murió de cáncer de pulmón hace siete años. Tuvo una infancia difícil, con un padre alcohólico y no se llevaba muy bien con su madre. "Siempre descuidé a mi padre, incluso después de su muerte. La única vez que lo recordaba era cuando hacía las tradicionales visitas a las tumbas. Ahora rezo todos los días para que mis padres sean aceptados por Dios", comenta.
"Siento que Jesús me salva cada día de mis pecados y de las heridas emocionales de mi niñez, que me hacían vivir separada de los demás y condenándolos en mi corazón", confiesa. Nabeshima tomó en su bautizo, en esta misma Pascua, el nombre de Maria Goretti, la santa que murió tras perdonar al hombre que la apuñaló.
Aquí puedes ver un vídeo de la última visita del Papa a Japón.
En la cena de Pascua, con su hija Yumi y su nieto, madre e hija recitaban diferentes oraciones. "Mi nieto, que está en la escuela secundaria, se inquieta un poco", confiesa. Pero, Nabeshima está feliz de que ella y su hija estén siguiendo los pasos de Jesús mientras caminan por caminos separados.