Una “pequeña peregrinación por la paz” desde Hiroshima a Nagasaki, para recordar el horror de las armas nucleares y rezar por una “nueva civilización del amor” Es la experiencia que el P. Ignacio Martínez Báez, misionero de Guadalupe y responsable del Departamento de asuntos sociales de la Conferencia Episcopal japonesa, vivió este año, al participar en la conmemoración de los bombardeos atómicos en ambas ciudades.
“El 6 y 9 de agosto de cada año son 2 días especiales, dedicados para pensar en el profundo significado de la paz en el mundo -cuenta el misionero- y en el proceso necesario para alcanzar este don precioso que las personas llaman comúnmente ‘paz’”. Lo recoge la agencia AsiaNews.
Para el P. Martínez es urgente recordar constantemente la realidad que se hizo evidente por primera vez en esos 2 días: hoy, con las armas atómicas, el hombre podría “erradicar la vida de la faz de la Tierra”.
El 6 de agosto, muchas personas de todo el mundo van a Hiroshima para vivir “el espíritu” y mostrar su compromiso en la lucha contra las guerras y las armas nucleares, alzando su voz con cantos y eslóganes.
“También vienen muchos políticos, que aprovechan este día de memoria para sus fines partidarios o para obtener puntos a su favor”, comenta el misionero. “La Iglesia católica de Hiroshima, si bien es pequeña en número, es una presencia fuerte. Hay momentos de oración ecuménica, reflexión, estudio y discusión del proceso de paz y justicia, partiendo desde un punto de vista cristiano”.
La misa que se hace en Hiroshima es una ocasión para rezar por las víctimas de la guerra en todo el mundo, y por las dificultades que debe afrontar actualmente el género humano.
“Por primera vez, pude ir a Nagasaki, el 9 de agosto”, cuenta el sacerdote. “A mi modo de ver, allí la conmemoración tiene otro gusto. La bomba atómica fue arrojada sobre Urakami, un barrio donde la mayoría de la población era católica, donde la fe es vivida con fuerza desde hace muchos años. Decenas de miles de fieles católicos inocentes fueron asesinados ese día. La ciudad de Nagasaki prepara una ceremonia distinta cada año, en un clima más tranquilo. Pude percibir un mayor silencio, reflexión y la decisión fuerte de construir puentes de comprensión y reconciliación entre los pueblos”.
La misa por la paz y la reconciliación fue celebrada en la catedral de Urakami en la noche del 9 de agosto. Después de la ceremonia, los fieles en oración llevaron la estatua de María desde Urakami hasta el Parque de la Paz.
“El mensaje era claro: estamos llamados a ser testigos del perdón. Sólo perdonando de un modo cristiano es posible romper la espiral de violencia y construir un proceso de paz duradera, real. Cada uno de nosotros es mensajero de paz y amor, que provienen de nuestro Dios amoroso a través del mensaje de Jesucristo”.
“Estoy muy agradecido -concluye el p. Martínez- porque este año tuve la ocasión de hacer esta ‘pequeña peregrinación por la paz’ en estas dos ciudades y rezar, pensar y ver de cerca la búsqueda de la paz que lleva adelante la sociedad japonesa, desde estos dos puntos de vista. Constaté que la Iglesia en Japón vive un decidido compromiso profético por la justicia social de Hiroshima y un profundo deseo de perdón y reconciliación, por una nueva civilización del amor en Nagasaki. Creo que es necesario integrar estas dos importantes y necesarias experiencias para vivir con responsabilidad nuestra vocación cristiana, en esta fase histórica de Japón y ser verdaderos símbolos para una nueva y duradera paz, para toda la humanidad”.