Que todos los ex jefes de Estado vivos de un país acompañen al actual mandatario a la beatificación de un Papa que es también un héroe nacional sería algo normal si no fuese porque el más anciano y antiguo de ellos fue acusado de haber participado en el intento de asesinarle.

Y es lo que pasa en Polonia, donde se ha armado un considerable revuelo tras conocerse que el presidente Bronislaw Komorowski, que asumió el cargo el año pasado tras la muerte en accidente de aviación de Lech Kaczynski, ha invitado al general Wojciech Jaruzelski, de 88 años, a la beatificación de Juan Pablo II, que tendrá lugar en Roma el próximo 1 de mayo.

Jaruzelski fue condenado en 2006 a ocho años de prisión por haber decretado en 1981 la ley marcial, que supuso una durísima represión contra la oposición anticomunista encabezada por Lech Walesa. Con el respaldo de la Unión Soviética, Jaruzelski reprimió la resistencia que lideraba el sindicato Solidaridad, en un oscurso periodo que implicó, entre otros, el asesinato por a manos de la policía de Jerzy Popieluszko, sacerdote de 37 años beatificado el 6 de junio de 2010 por Benedicto XVI.

Los polacos están divididos sobre la decisión de su actual presidente, aunque mayoritariamente la aprueban. Dada la ancianidad de Jaruzelski, las tres décadas transcurridas, y el deseo de olvidar la pesadilla del régimen comunista, un 61% de ellos aprueban que sea invitado a la beatificación, por un 31% que se opone y un 8% que no contesta.

En cualquier caso, la polémica es viva a través de artículos en prensa y cruces de acusaciones entre víctimas de aquellos años y los partidos políticos.

La hipótesis de que Jaruzelski viaje a la glorificación mundial del hombre a quien consideraba su peor enemigo político no deja de ser vista por la Iglesia polaca como una paradójica confirmación de la caducidad de los intentos bimilenarios de los enemigos del catolicismo por destruirlo.