Este viernes L´Osservatore Romano habla claramente de «esperanzas y temores» de los cristianos en Egipto. Aunque el cardenal Antonios Naguib, patriarca de Alejandría de los Coptos, afirma que cristianos y musulmanes están rezando juntos por la democracia «sin diferencias religiosas», y el nuncio apostólico en Egipto, Michael Louis Fitzgerald, subraya que «ha existido una gran solidaridad entre cristianos y musulmanes desde el inicio de las manifestaciones», el diario vaticano afirma que todo en el nuevo Egipto quedará al albur del peso que tengan los partidos islamistas en la nueva configuración constitucional del país.
Lejos de las declaraciones más diplomáticas, los sacerdotes egipcios o que han tenido ministerio en Egipto son menos optimistas. En declaraciones a Catholic News Service, sin embargo, un sacerdote nativo actualmente en Kenia, Macarios Isaac, reprocha al cardenal Naguib que sugiriese a los católicos no participar en las manifestaciones, y teme que la juventud egipcia se aleje de la Iglesia por ello: «Creo que los líderes de la Iglesia han podido perder credibilidad con ello», afirma, al dejar el protagonismo de las revueltas a musulmanes y ortodoxos.
Otro sacerdote de su congregación, Douglas May, también en Nairobi y que estuvo dieciocho años en Egipto, ha explicado cuál era la realidad de la Iglesia bajo el mandato de Hosni Mubarak y de su predecesor, Anwar el Sadat: «Teníamos que esperara hasta 21 años para lograr un permiso de construcción de una iglesa», afirma, permiso estatal que, una vez obtenido, podía ser retenido por los dirigentes locales por «razones de seguridad».
A pesar de esa «solidaridad» cristiano-musulmana de la que hablaba el nuncio, las cosas en el día a día eran menos color de rosa. En la ciudad de Dalga, por ejemplo, los ortodoxos llevan veinte años esperando para disponer de un templo, y las autoridades obligaron a cerrar una iglesia católica porque se construyó al lado una mezquita... y los jefes mahometanos se quejaron de que la liturgia católica se prolongaba demasiado e interfería con la llamada de los imanes a la oración.
Del mismo modo, May afirma que en el Ejército, nuevo garante de la situación, la presión para que los cristianos se conviertan al islam es muy fuerte y eficaz.