La misionera australiana Patricia Anne Fox llegaba hace unos días a Melbourne después de que se le denegara la renovación de su visa y tuviera que abandonar Filipinas. En abril había sido detenida por la Oficina de Inmigración del país, tras ser acusada por el mismo presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, de difamar su administración en manifestaciones de protesta, violando, supuestamente, las condiciones por las que se le permite estar en Filipinas. Fue puesta en libertad tras 24 horas de detención.
La religiosa, de la Misioneras de Nuestra Señora de Sión, pasó su último día en Manila asistiendo a Misa y despidiéndose de quienes la han apoyado en estos meses de lucha para evitar ser expulsada del país. Antes de dejar Filipinas animó a los líderes de la Iglesia a hacer ruido contra las injusticias y las violaciones de los derechos humanos, recordando las palabras del Papa Francisco de actuar y hacer ruido.
Con 72 años, la hermana Patricia ha pasado 27 como misionera, defendiendo los derechos de los campesinos, los indígenas, los trabajadores y otras víctimas de la injusticia social. Fue el mismo presidente filipino Duterte quien ordenó una investigación de la religiosa, alegando que sólo se permite a los filipinos protestar y criticar a su gobierno. Aunque recibió el apoyo de los obispos, de los religiosos y de muchos fieles del país, la hermana perdió la batalla legal por permanecer en el país al que ha dedicado tantos años. Ha prometido, sin embargo, que seguirá trabajo por las personas más vulnerables de Filipinas.