Hasta seis toneladas de explosivos y de gas tóxico incautó la policía iraquí al grupo terrorista responsable de la matanza del 31 de octubre.
Ese día, durante la celebración de la misa en la catedral del Perpetuo Socorro en Bagdad, el templo fue asaltado por un comando de Al Qaeda, que tomó como rehenes a quienes se encontraban en el interior y luego comenzó disparar contra ellos y contra los crucifijos e imágenes de la iglesia. El resultado del atentado y del posterior rescate que pusieron en marcha las autoridades fue de 53 personas asesinadas: dos sacerdotes, 44 fieles y siete miembros de las fuerzas de seguridad.
Además de por su brutalidad, el atentado destacó por su carácter explícitamente anticristiano. El grupo responsable, una rama de Al Qaeda denominada Estado Islámico de Irak, lo justificaba por considerar el templo «una guarida sucia de la idolatría», al tiempo que llamaba a erradicar el cristianismo del país. La campaña del terror está siendo eficaz, y en los últimos ocho años ha reducido el número de cristianos de Bagdad de 450.000 a 150.000.
Pero este sábado el grupo ha caído en el barrio de Al Mansur, tras ser abatido uno de sus dirigentes y detenidos doce de sus integrantes, entre ellos el jefe de la organización en Bagdad, Huthaifa al Bataoui, quien tomó los mandos tras ser detenido en marzo su predecesor. Esa detención que permitió entonces eliminar a los jefes político y operativo de Al Quaeda en Irak.
El éxito policial ha incluido además una importante incautación de material para nuevos atentados.