Los que un día persiguen a los cristianos, pueden arrepentirse años después y retomar la amistad con ellos. Ese ha sido el caso de la familia de Kumar y Lourd Kanhar, en el distrito de Kandhamal, Orissa (India).
En 2008, este matrimonio y su hija Salomina, entonces de 5 años, eran los únicos cristianos de su aldea. Entonces empezaron las persecuciones, impulsadas por rumores y el activismo cristianófobo de grupos nacionalistas hindúes.
Como recuerdan las asociaciones cristianas de la India, las persecuciones en Orissa de 2008 afectaron a casi 400 iglesias y capillas cristianas que fueron destruidas, sobre todo en aldeas pobres de adivasis y dalits, que incluso están fuera del sistema de castas. Unas 6.500 viviendas de cristianos fueron arrasadas, más de 100 personas fueron asesinadas y al menos 40 mujeres fueron víctimas de violación, de acoso y de humillación sexual, como fue el caso de la religiosa Meena Barwa. Numerosos dispensarios y escuelitas católicas fueron saqueados. Unas 56.000 personas huyeron de sus aldeas y se escondieron en los bosques, 12.000 niños perdieron sus clases ese año.
En su aldea (llamada Sadingia, en la parroquia de Pobingia), la familia Kanhar era la única familia católica, vecina de 54 familias hindúes.
Llegó la persecución en agosto de 2008. La resume el padre Madan Singh, director del centro de servicios sociales Jana Vikas, en la agencia misionera AsiaNews.
"El señor Kumar fue brutalmente golpeado. En aquella época, Salomina tenía cinco años. Cuando la gente los atacó, destrozaron su casa, dañaron la propiedad y se llevaron 7 cabras, 5 ovejas y 4 vacas. Quisieron obligar a Kumar a renegar de Jesús, pero les dijo: 'No renegaré de mi Señor, que me dio la vida y la fe, estoy dispuesto incluso a morir'. Lo obligaron a marcharse del pueblo, dejándolo todo y llevándose a su mujer y a sus tres hijos. Su familia fue al campo de socorro de Janla, dirigido por las monjas de la Madre Teresa en Bhubaneswar".
Los problemas perduraron incluso cuando pasó la ola de violencia que impulsaban extremistas hindúes. "Aquella experiencia le rompió el corazón. Incluso cuando regresó al pueblo, lo amenazaron con matarlo si practicaba el cristianismo. Pero perseveró en su fe, volvió a cultivar la tierra y reconstruyó su casa", explica el sacerdote.
El misterio de la vida consagrada
En el centro social Jana Vikas, la familia conoció a un sacerdote, y Salomina, fue descubriendo, en el trato con él y las religiosas, una vocación a la vida consagrada. Era la única hija de una familia pobre, pero el padre lo aceptó.
"Dios me ha dado una hija única y yo la he entregado a la obra de Dios", dijo el padre de familia al sacerdote.
Así, a los 20 años, Sor Sanomina Kanhar ha hecho su primera profesión en las Hermanas de Nuestra Señora de Fátima de Bangalore. Y el mismo pueblo que hace 15 años participaba en la expulsión de su familia, donde vuelven a vivir, ahora lo ha celebrado con una fiesta.
"Las mismas personas que persiguieron a su familia, hoy recibieron a Sor Salomina en su casa desde la entrada del pueblo con bailes y música tradicionales. También ayudaron a cocinar la comida para los invitados y familiares", ha constatado el padre Singh.
"El párroco, el padre Cassian Pradhan, organizó la ceremonia, a la que asistieron nueve sacerdotes y cuatro religiosas y más de 400 cristianos de los pueblos vecinos. Fue un testimonio de fe y un signo de unidad y fraternidad", añade. A veces, las persecuciones también pasan, y la reconciliación es posible.
Nuevos episodios de violencia hoy
El sacerdote quiere difundir esta historia mientras se suceden nuevos episodios de violencia en otra regiones de la India. Los últimos se están dando en Manipur, donde choca el grupo étnico meitei con otros grupos tribales locales.
Hay miles de desplazados, a los que intenta ayudar con equipo de emergencia la arquidiócesis de Imphal. El cardenal Anthony Poola, arzobispo de Hyderabad, envió un mensaje a todas sus parroquias (un centenar, con 120.000 fieles) invitándolas a realizar una colecta extraordinaria este domingo en favor de los hermanos desplazados y sufrientes de Manipur, y pidiendo que recen por el fin de la violencia.