Durante la misa que celebró este lunes en la Casa Santa Marta, el Papa Francisco ha asegurado que la fe no puede ni debe sustentarse en los milagros sino en la confianza en Dios. Esta afirmación la hizo refiriéndose al Evangelio del día en la que un funcionario real pedía Jesús que curara a su hijo enfermo y éste replicaba, antes de curarle: “si no veis signos y prodigios, no creéis”.
De este modo, el Papa Francisco preguntó: “¿Dónde está vuestra fe? Veis un milagro, un prodigio y decís: ‘Tú tienes el poder, tú eres Dios’, sí, es un acto de fe, pero muy pequeño. Porque es evidente que este hombre tiene un poder fuerte. Si bien la fe comienza ahí, después debes ir adelante. ¿Dónde está tu deseo de Dios? Porque la fe es eso: tener el deseo de encontrar a Dios, de encontrarse con Él, de ser con Él, de ser felices con Él”.
Según informa Aciprensa, para explicar el gran milagro realizado por el Señor, el Pontífice recurrió a la primera lectura, del libro de Isaías: “He aquí que yo creo cielos nuevos y tierra nueva, y no serán mentados los primeros ni vendrán a la memoria; antes habrá gozo y regocijo por siempre jamás por lo que voy a crear”. De esta manera, “el Señor suscita nuestro deseo de experimentar la alegría de ser con Él”.
Además, señaló que “cuando el Señor pasa por nuestra vida y hace un milagro en cada uno de nosotros, y cada uno de nosotros sabe lo que el Señor ha hecho en su vida, ahí no termina todo: hay una invitación a seguir adelante, a continuar caminando, a buscar el rostro de Dios, a buscar esta alegría”.
El milagro sólo es el comienzo, por lo que el Papa invitó a no pararse, a seguir caminando. “Hay muchos cristianos parados, que no caminan; cristianos enterrados en las cosas de cada día, pero que no crecen, permanecen pequeños. Cristianos aparcados: se aparcan. Cristianos enjaulados que no saben volar con el sueño de esa hermosa realidad a la que el Señor nos llama”.
Por último, el Papa invitó a preguntarse: “¿Cómo es mi deseo? ¿Busco al Señor? ¿O tal vez tengo miedo, soy mediocre?”. El Santo Padre concluyó invitando a “custodiar el deseo propio, no conformarse demasiado, ir un poco adelante, arriesgarse. El verdadero cristiano se arriesga, abandona la seguridad”.