Este domingo el Papa Francisco ha salido de Roma para visitar la ciudad italiana de Carpi, ciudad duramente afectada por los terremotos de 2012. Uno de los actos centrales de la jornada ha sido la celebración de la Eucaristía en la Piazza Martiri, donde el Santo Padre ha invitado a los presentes a “salir de los sepulcros de la tristeza y la desesperanza para tomar el camino del Señor, que es la resurrección y la vida”.
Tal y como recoge Aciprensa, el Papa comentó el Evangelio de este domingo y que trata sobre la resurrección de Lázaro. “En medio de la desolación general por la muerte de Lázaro, Jesús no se deja transportar por el desconsuelo”, dijo Francisco, para añadir que “sufriendo Él mismo, pide que se crea firmemente, no se encierra en el llanto, sino que, conmovido, se pone en camino hacia el sepulcro”.
En este sentido, Francisco afirmó que en la vida existen dos vías: “quedarse mirando melancólicamente los sepulcros de ayer y de hoy, o hacer que se acerque Jesús a nuestros sepulcros”.
“Cada uno de nosotros tiene ya un pequeño sepulcro, alguna zona muerta dentro del corazón: una herida, un mal recibido o hecho, un rencor que no da tregua, un remordimiento que regresa, un pecado que no se consigue superar”.
De este modo, explicó que “es extraño, pero a menudo preferimos estar solos en las grutas oscuras que tenemos dentro antes de invitar en ellas a Jesús. Somos tentados a buscarnos siempre a nosotros mismos, profundizando en la angustia, lamiéndonos las llagas antes que ir a Él”.
El Santo Padre pidió entonces que “no nos dejemos aprisionar por las tentaciones de permanecer solos y desconfiados y llorando por lo que sucede; no cedamos a la lógica inútil e inconcluyente del miedo, al repetir resignado que va todo mal”.
Así, insistió en que “ésta es la atmósfera del sepulcro, el Señor desea abrir la vía de la vida, la del encuentro con Él, de la confianza en Él, de la resurrección del corazón”.
“Siempre habrá problemas –continuó–, y cuando no resolvamos uno llegará otro. Podemos encontrar una nueva estabilidad, y esta estabilidad es el propio Jesús, que es la resurrección y la vida. Con él la alegría habita el corazón, la esperanza renace, el dolor se transforma en paz, el temor en confianza, la prueba en ofrenda de amor”.
Al comentar el pasaje del Evangelio, afirmó que Jesús “no se hace capturar del ambiente emotivo que lo rodea, sino que ora con confianza y dice: ‘Padre, te doy gracias’”. El Papa afirmó que “Jesús nos ofrece el ejemplo de cómo comportarnos”: “no huye el sufrimiento, que pertenece a esta vida, pero no se deja encerrar en el pesimismo”.
“Por un lado hay una gran desilusión, la precariedad de nuestra vida mortal que, a través de la angustia por la muerte, experimenta a menudo la derrota, una oscuridad interior que parece insoportable”, dijo. “Nuestra alma, creada para la vida, sufre sintiendo que su sed de eterno bien es oprimida por un mal antiguo y oscuro”, agregó.
Pero “por otro lado hay esta esperanza que vence la muerte y el mal y que tiene un nombre: Jesús. Él no lleva un poco de bienestar o de cualquier remedio para alargar la vida, sino que proclama: ‘yo soy la resurrección y la vida; quien cree en mi, también aunque muera, vivirá’”.
“También nosotros somos invitados a decidir de qué parte estar. Se puede estar de la parte del sepulcro o de la parte de Jesús. Hay quien se deja encerrar en la tristeza y quien se abre a la esperanza. Hay quien se queda atrapado entre los problemas de la vida y quien, como vosotros, con la ayuda de Dios levanta los problemas y reconstruye con paciente esperanza”.