El Papa Francisco en la homilía de la misa celebrada en la mañana de este lunes 9 de enero en la Residencia Santa Marta ha insistido en que el centro de la vida del cristiano debe ser Cristo, sin dejarse distraer por otras cosas buenas, incluso por los santos. 

“Este es el centro de nuestra vida: Jesucristo. Jesucristo que se manifiesta, se deja ver, y nosotros somos invitados a conocerlo, a reconocerlo, en la vida, en las muchas circunstancias de la vida, reconocer a Jesús, conocer a Jesús"

Y el Papa ha proseguido planteando lo que algunos podrían comentar.

 ‘Pero yo, padre, conozco la vida de ese santo, de esa santa o también las apariciones estas y aquellas…’. Esto es bueno, ¡los santos son santos, son grandes! ¡Las apariciones no son todas verdaderas eh! Los santos son importantes, pero el centro es Jesucristo: ¡sin Jesucristo no hay santos! Y he aquí la pregunta: ¿es Jesucristo el centro de mi vida? ¿Cuál es mi relación con Jesucristo?"
 
“Para asegurarnos de que Jesús es el centro de nuestra vida” hay tres tareas: la primera, es conocer a Jesús, para reconocerlo. En su tiempo, son tantos los que no lo reconocieron: “los doctores de la ley, los sumos sacerdotes, los escribas, los saduceos, algunos fariseos”. Es más, “lo persiguieron, lo mataron”. Urge preguntarse: “A mí, ¿me interesa conocer a Jesús? ¿O quizás me interesa más la telenovela, o los chismes, o las ambiciones o conocer la vida de los demás?”.

“Para conocer a Jesús está la oración, el Espíritu Santo”, pero también está el Evangelio, que ha de ser llevado siempre con sí para leer un pasaje todos los días: “Es el único modo de conocer a Jesús”. Luego, “está el Espíritu Santo que hace su trabajo después. Esta es la semilla. Quien hace germinar y crecer la semilla es el Espíritu Santo”.  

La segunda tarea es adorar a Jesús. No sólo pedirle cosas y agradecerle. Y hay dos modos de adorar a Jesús: “la oración de adoración en silencio” y “luego quitar de nuestro corazón las otras cosas que adoramos, que nos interesan más. No, sólo Dios”. “Las otras cosas sirven, sirven si yo soy capaz de adorar sólo a Dios”.

“Hay una pequeña oración que rezamos, el Gloria: ‘Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo’, pero tantas veces la decimos como loros. ¡Pero esta oración es adoración! ‘Gloria’: yo adoro al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Adorar, con pequeñas oraciones, con el silencio ante la grandeza de Dios, adorar a Jesús y decir: ‘Tú eres el único, tú eres el principio y el fin y contigo quiero permanecer toda mi vida, toda la eternidad. Tú eres el único’. Es expulsar de mí las cosas que me impiden adorar a Jesús”.

La tercera tarea es seguir a Jesús, como dice el Evangelio de hoy, en el cual Jesús llama a sus primeros discípulos. Significa colocar a Jesús en el centro de nuestra vida. “Es simple la vida cristiana, es muy simple, pero necesitamos de la gracia del Espíritu Santo para que despierte en nosotros estas ganas de conocer a Jesús, de adorar a Jesús y de seguir a Jesús. Y por eso hemos pedido al Señor, al inicio de la oración colecta, que nos haga conocer qué debemos hacer, y tener la fuerza de hacerlo. Que en la simplicidad de cada día –porque cada día, para ser cristianos no son necesarias cosas extrañas, cosas difíciles, cosas superfluas; no, es simple – que el Señor nos dé la gracia de conocer a Jesús, de adorar a Jesús y de seguir a Jesús”.