En la festividad de la Natividad de la Virgen María, el papa Francisco retomó las misas en la residencia Santa Marta, suspendidas por la pausa de las vacaciones de verano.

En la homilía, la palabra “paz” fue repetida diversas veces por el Santo Padre y reiteró el llamado que hizo el miércoles 7 de septiembre al concluir la audiencia en la plaza de San Pedro: debemos ser ‘artesanos de la paz’, una tarea que nos compete a todos.


“La paz es un don que se vuelve artesanal en las manos de los hombres” afirmó el Pontífice, dando una dimensión diversa a una idea que parece casi inalcanzable, excepto para algunos potentes de la tierra.

En cambio no es así, explica Francisco, porque la paz es un don de Dios que nace en lugares pequeños: “No sirven grandes cumbres internacionales si después no se hace la paz en las cosas pequeñas”, o sea en familia, en el barrio, en el lugar de trabajo, en el corazón. ¿Si en estos ‘pequeños ambientes’ se hace la guerra, cómo puede haber paz en escala mundial?

Por este motivo el Santo Padre exhortó a pedir a Dios la ‘sabiduría’ de construir la paz en las cosas cotidianas. Más aún, el Papa usa el verbo ‘crecer’, porque explica la paz es un don “que tiene su camino” y por lo tanto cada uno tiene que trabajar para desarrollarlo.


Como tantos “santos y pecadores”, también nosotros “tenemos que tomar este don de la paz y volverlo un camino en nuestra vida, hacerlo entrar en nosotros, en el mundo”. Y subraya que “la paz no se consigue de un día al otro” sino que “es un don que tiene que ser tomado y trabajado cada día”.

Y se trabaja en la ‘pequeñez’, como indica la liturgia del día de la Natividad de la Virgen María, “en la pequeñez de Belén, tan pequeña que ni siquiera aparece en los mapas”.

Al concluir su homilía el Papa invitó a interrogarse: ¿Cómo está tu corazón hoy? ¿Está en paz? Y si no está en paz, antes de hablar de paz ordena tu corazón y ponlo en paz. ¿Eres capaz de llevar adelante tu familia, tu presbiterio, tu congregación en paz?”. Para así poder llegar a un mundo en paz.