En la homilía de la habitual misa diaria en la residencia Santa Marta, este viernes el Papa expresó el papel de la esperanza en la alegría cristiana, una alegría que nadie puede robar a los cristianos porque se fundamenta en Dios.
En el Evangelio del día, Jesús, antes de su Pasión, advierte a los discípulos de que estarán tristes pero que esta tristeza se cambiará en un grito de alegría.
Al respecto, Francisco ha asegurado que “esto es lo que hacen la alegría y la esperanza juntas, en nuestra vida, cuando estamos en las tribulaciones, cuando estamos en problemas, cuando sufrimos”.
No es “una anestesia”, ha asegurado. Por eso ha precisado que “el dolor es dolor, pero vivido con alegría y esperanza te abre la puerta a la alegría de un fruto nuevo”.
Y así, Francisco ha precisado que esta imagen del Señor nos debe ayudar mucho en las dificultades, “dificultades que también nos hacen dudar de nuestra fe”. Pero con la alegría y la esperanza –ha añadido– vamos adelante, porque después de esta tempestad llega un hombre nuevo. Y esta alegría y esta esperanza “Jesús dice que es duradera, que no pasa”.
A continuación, el Santo Padre ha aseverado que “una alegría sin esperanza es una simple diversión, una alegría pasajera”. Una esperanza sin alegría no es esperanza, no va más allá de un sano optimismo.
Por otro lado, ha recordado que el Señor “nos dice que habrá problemas” en la vida y que “esta alegría y esperanza no son un carnaval: son otra cosa”. La alegría –ha subrayado– hace fuerte la esperanza y la esperanza florece en la alegría.
El Papa ha explicado que “la alegría humana la puede quitar cualquier cosa, cualquier dificultad. Jesús, sin embargo, nos quiere donar una alegría que nadie podrá quitarnos. Es duradera. También en los momentos más oscuros. Y así sucede en el momento de la Ascensión. “Los discípulos, cuando el Señor se va y no lo ven más, se quedaron mirando al cielo, con un poco de tristeza. Pero les despiertan los ángeles”, ha recordado. El Evangelista indica que volvieron felices, llenos de alegría. Esa alegría de saber –ha afirmado el Papa– que nuestra humanidad ha entrado en el cielo, por primera vez.
Así, para concluir la homilía, el Obispo de Roma ha pedido que “el Señor nos dé esta gracia de una alegría grande que sea expresión de la esperanza, y una esperanza fuerte, que se convierta en alegría en nuestra vida y el Señor custodie esta alegría y esta esperanza, para que nadie puede quitarnos esta alegría y esta esperanza”.