El Papa se centró en la historia del rey David, que, consciente de su pecado, acepta la humillación con espíritu de confianza en el Señor.
El Papa advirtió de que Dios perdona el pecado "pero las heridas de una corrupción difícilmente se curan”.
El Rey David –explicó el Papa a partir del texto bíblico- "está a un paso de entrar en la corrupción", pero el profeta Natán, enviado por Dios, le hace comprender el mal que ha hecho.
Por lo tanto, David es un pecador, pero no corrupto, porque "un corrupto ni se da cuenta de ello".
"Se necesita una gracia especial para cambiar el corazón de un corrupto. Pero el corazón de David era noble: Oh, es cierto: ¡he pecado!". Reconoce su culpa. ¿Y qué dice Natán? ´El Señor perdona tu pecado, pero la corrupción que has sembrado crecerá. Has matado a un inocente para cubrir el adulterio. La espada nunca se apartará de tu casa´. Dios perdona el pecado, David se convierte, pero las heridas de una corrupción difícilmente se curan. Lo vemos en muchas partes del mundo”.
David se enfrenta después a su hijo Absalón, ahora corrompido, que le hace la guerra.
Pero el rey se reúne con los suyos y decide abandonar la ciudad, dejando atrás incluso el Arca de la Alianza. David no usa a Dios para defenderse. Huye "para salvar a su pueblo."
"Y este es el camino de la santidad que David empezó a recorrer, después de ese momento en que se adentró en la corrupción”.
Llorando y con la cabeza cubierta, David deja la ciudad. Algunos lo insultan y maldicen, y David lo acepta. “El hijo de mis entrañas quiere quitarme la vida; dejad que este benjaminita me maldiga, porque se lo ha ordenado el Señor”, admite David.
David sabe ver los signos: es el tiempo de la humillación, es el momento en el que está pagando su culpa.
"Tal vez el Señor mire mi aflicción y me hará bien su maldición hoy”: así se pone en las manos de Dios. Este es el camino de David, a causa de la corrupción de esta dedicación en las manos del Señor. Y esta es la santidad. Esta es la humildad".
El Papa observó: “Creo que todos nosotros, si alguien dice algo malo, buscamos responder que no es cierto. O le damos una respuesta aún más fea”.
“La humildad"- dijo el Pontífice – “sólo puede llegar al corazón a través de una humillación. No hay humildad sin humillación. Y si usted no es capaz de llevar algunas humillaciones en su vida, no será usted humilde". Es simple, es "matemático", insistió el Papa.
"El fin de David, que será la santidad, llega a través de la humillación. El fin de la santidad que Dios da a sus hijos, le da a la Iglesia, es a través de la humillación de su Hijo, que se deja insultar, que se deja llevar en la Cruz injustamente ... Y este Hijo de Dios que se humilla, es el camino a la santidad. Y David, con su actitud, profetiza esta humillación de Jesús. Pidamos al Señor la gracia de cada uno de nosotros, para toda la Iglesia, la gracia de la humildad, y también la gracia de entender que no se puede ser humilde sin humillación”.