El Papa Francisco celebró la Santa Misa en la mañana del jueves en la Capilla de Santa Marta, en el día en que la Iglesia celebra la memoria de Santa Inés, virgen y mártir, por lo que el color litúrgico del día es el rojo de la sangre de los mártires.
La homilía del Pontífice trató acerca de los celos y la envidia, “pecados horribles que existen incluso en nuestras comunidades cristianas y utilizan el lenguaje para matar a otros”.
La primera lectura (1 Sam 18, 6-9: 19,1-7) habla de los celos que Saúl, rey de Israel, tiene hacia David. Tras las victorias contra los filisteos, las mujeres de Israel cantaban que "Saúl hirió a mil, y David a diez mil”. Ahí nació el rencor envidioso de Saúl, y las sospechas de que podría destronarlo. Saúl planea matar a David, pero su hijo consigue que lo reconsidere. Sin embargo, sus malos pensamientos vuelven una y otra vez. Los celos, dice el Papa, son "una enfermedad" que regresa y lleva a la envidia.
“Qué mala es la envidia. Es una actitud, un pecado malo. Y en el corazón, los celos o la envidia crecen como la mala hierba y no dejan crecer la hierba buena. Todo lo que le parece hacerle sombra, le duele. ¡No tiene paz! Es un corazón atormentado”.
Francisco recuerda incluso la cita bíblica: “Por la envidia del diablo entró el mal en el mundo”.
El Papa apunta además que el celoso o envidioso también sufre, tiene un corazón sufriente. Pero es “un sufrimiento que desea la muerte del otro. Cuántas veces en nuestras comunidades no hay que ir lejos para ver esto, que por celos se mata con la lengua. Uno envidia tal cosa o tal otra y comienza a murmurar, y las murmuraciones matan”.
"Y yo, pensando y reflexionando sobre este pasaje de la Escritura, me invito a mí mismo y a todos a buscar en mi corazón si hay algo de celos o de envidia, que siempre llevan a la muerte y no me harán feliz, porque esta enfermedad hace que lo bueno del otro lo veas como algo contra ti”.
El Papa animó a pedir al Señor la gracia de no abrir el corazón a los celos y las envidias.
Después, Francisco apunta que Pilatos, “que era muy inteligente, aunque cobarde”, se dio cuenta –lo dice Marcos en el Evangelio- de que los jefes de los escribas habían entregado a Jesús por envidia.
Por eso insistió en que cada persona pida a Dios fortaleza contra la envidia, y que apreciemos que cada persona tiene sus pecados y sus virtudes. “Mira lo bueno y no mates con la murmuración por envidia o celos”, animó el Pontífice.