La fe vence siempre porque transforma en victoria también la derrota, pero no es algo “mágico”, es una relación personal con Dios que no se aprende en los libros porque es un don de Dios, un don que hay que pedir. Así lo ha explicado el papa Francisco esta mañana, en la homilía de la misa celebrada en Santa Marta.
La primera lectura del día, del Libro de Samuel, cuenta la derrota del Pueblo de Dios a manos de los filisteos: “la masacre fue muy grande”, el pueblo perdió todo, incluso la dignidad. Por eso, el Papa se ha preguntado: ¿qué ha llevado a esta masacre?” El pueblo, ha respondido, “lentamente se había alejado del Señor, vivía mundanamente, también con los ídolos que tenía”.
Se dirigían al Santuario de Siló, pero “como si fuera una costumbre cultural: habían perdido la relación filial con Dios. ¡No adoraban a Dios! Y el Señor les dejó solos”, ha explicado Francisco.
El pueblo usa incluso el Arca de Dios esperando vencer la batalla con ella, como si fuera una cosa “un poco mágica”.
En el Arca --ha recordado el Santo Padre-- estaba la Ley, la Ley que ellos no cumplían y de la que se habían alejado. Así, Francisco ha advertido que ya no había “una relación personal con el Señor” y que “habían olvidado al Dios que les había salvado”.
Y son derrotados, 30 mil israelitas asesinados, el Arca de Dios es tomada por los filisteos, los dos hijos de Elí, “esos sacerdotes delincuentes que se aprovechaban de la gente en el Santuario de Siló” mueren. Una derrota total, tal y como ha observado el Papa. Por eso, ha advertido de que “un pueblo que se aleja de Dios termina así”. Tiene un santuario, pero el corazón no está con Dios, no sabe adorar a Dios: “Cree en Dios, pero un Dios un poco brumoso, lejano, que no entra en tu corazón y tú no obedeces a sus mandamientos. ¡Esta es la derrota!”
Sin embargo, tal y como ha explicado el Pontífice, el Evangelio del día nos habla de una victoria. Francisco lo ha explicado así: “En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas --un gesto de adoración-- y le dijo: ‘Si quieres, puedes limpiarme’. Desafía al Señor diciendo: ‘Yo soy un derrotado en la vida --el leproso era un derrotado porque no poder hacer vida social, era siempre ‘descartado’, dejado de lado-- ¡pero tú puedes transformar esta derrota en victoria! Es decir: ‘Si quieres, puedes purificarme’. Delante de esto Jesús tuvo compasión, extendió su mano, lo tocó y le dijo: ‘Quiero, queda limpio’. Así, simplemente: esta batalla ha terminado en dos minutos con la victoria; la otra, todo el día, con la derrota”. Este hombre --ha observado el Papa-- tenía algo que lo empujaba a ir donde Jesús y lanzarle ese desafío. ¡Tenía fe!
Asimismo, ha recordado que el apóstol Juan dice que la victoria sobre el mundo es nuestra fe. “Nuestra fe vence, siempre”, ha exclamado.
Al respecto, el Santo Padre ha afirmado que “la fe es victoria". Los derrotados de la Primera Lectura -ha señalado el Papa-- rezaban a Dios, llevaban el Arca, pero no tenían fe, la habían olvidado. Este tenía fe y cuando se pide con fe, Jesús mismo dijo que se mueven las montañas. Somos capaces de mover una montaña de una parte a otra: la fe es capaz de hacer esto. Y Jesús mismo nos lo ha dicho, ha recordado Francisco: “Cualquier cosa que pidáis al Padre en mi nombre, os será dada. Pedid y se os dará, llamad y se os abrirá“, pero con fe. Y esta es nuestra victoria”.
Al finalizar la homilía, el Santo Padre ha exhortado a pedir al Señor “que nuestra oración tenga siempre esa raíz de fe, nazca de la fe en Él. La gracia de la fe: la fe es un don. No se aprende en los libros. Es un don que te da el Señor, pero pídelo: ‘Pido Señor, ayuda a mi poca fe’. La oración con la fe… y es sanado. Pidamos al Señor la gracia de rezar con fe, de estar seguros de que todo lo que le pedimos nos será dado, con esa seguridad que nos da la fe. Y esta es nuestra victoria: ¡nuestra fe!”