El papa Francisco celebró este jueves la misa matutina en la residencia Santa Marta, abordando el tema de la paz y la reconciliación.
Condenó sin medias tintas a quienes producen armas y puso en guardia de los conflictos internos en la comunidad cristiana. Y exhortó a los sacerdotes a ser misericordiosos en el confesionario.
Jesús es el príncipe de la paz, aseguró, porque genera la paz en nuestros corazones. Partiendo de las lecturas, se preguntó si agradecemos lo suficiente “por este don de la paz que hemos recibido en Jesús”.
El Santo padre constató que todos los días vemos en los medios “que hay guerras, con destrucción, odio y ememistad”. Y también “hombres y mujeres que trabajan --y trabajan mucho-- para fabricar armas que asesinan, que están mojadas en la sangre de tantos inocentes”.
Además de lo que significa “la maldad de preparar una guerra, de producir armas contra el otro, para asesinar”.
Existe también otra guerra, añadió el Papa, en nuestras comunidades y entre nosotros. Y la palabra clave en la liturgia de hoy es: “hacer la paz” y “así como el Señor nos ha perdonado, hagámoslo con los otros”.
El Santo Padre indicó que uno podrá ser un buen hombre o una buena mujer “pero si no sabe perdonar no es cristiano” y “si uno no perdona no puede recibir la paz del Señor”. En el Padre Nuestro rezamos “perdónanos como nosotros perdonamos”, como un condicional. Tratemos de convencer a Dios que sea bueno con nosotros, así como nosotros somos buenos para perdonar.
Francisco recordó que había una canción: ´Creo que Mina la cantase: Palabras, palabras, palabras. Perdónense como el Señor les ha perdonado, así hay que hacer”.
Es necesario tener paciencia cristiana, porque hay muchos hombres y mujeres entre nosotros, que soportan por el bien de la familia, de los hijos, brutalidades y tantas injusticias, Que se levantan temprano para ir al trabajo a veces injusto y mal pagado para mantener a la familia, “estos son los justos”. Pero, advirtió, están en cambio “aquellos que hacen trabajar la lengua y hacen la guerra, porque “la lengua destruye y hace la guerra”.
El Papa recordó que hay también otra palabra clave en el evangelio: ´misericordia´. Por ello es importante entender a los otros y no condenarlos. “El Señor, el Padre es misericordioso, y siempre nos perdona, siempre quiere hacer la paz con nosotros”. Y si uno no es misericordioso corre el riesgo que el Señor no sea misericordioso con uno, porque seremos juzgados con la misma medida con la que juzgamos a los demás”.
Y a los sacerdotes le invitó a ser misericordiosos: “Si no te sientes capaz de ser misericordioso pídele a tu obispo que te dé un trabajo administrativo, ¡pero por favor no entres en el confesionario”.
Porque “un cura que no es misericordioso hace mucho mal en el confesionario, apalea a la gente”.
Y si está un poco nervioso “antes de ir a confesar vaya a lo del médico para que le dé una pastilla contra los nervios, pero sea misericordioso”. ¿Quién puede decir --aseveró el Pontífice-- que el otro sea más pecador que yo?.
Porque como ha evidenciado san Pablo, es necesario tener “sentimientos de ternura, bondad, humildad, mansedumbre y magnanimidad”. Y añadió que “éste es el estilo cristiano”. No la soberbia, la condena, ni hablar mal de los otros.
Y concluyó pidiéndole al Señor “que nos dé a todos nosotros la gracia de soportarnos mutuamente, de perdonarnos y de ser misericordiosos como el Señor es misericordioso con nosotros”.