El "San Patricio de la India" podría ser el apodo del siguiente protagonista. Cuando el joven sacerdote salesiano George Pallipparambil ingresó en 1979 en la región india de Arunachal Pradesh no podía intuir las extraordinarias aventuras y peligros que le iba a tocar vivir.
Limitando con China, Bután, Myanmar y el Tíbet, esta región del noreste del país era prácticamente inaccesible hasta ese momento y estaba poblada por tribus salvajes que nunca habían tenido contacto con otras culturas. "Era un lugar violento y desconocido, gobernado por la superstición y el miedo. La gente era animista y cortaba cabezas. El hombre que cortaba la mayor cantidad de cabezas era nombrado el jefe", comenta a NC Register el diácono Rory Desmond, de la diócesis del lugar.
Expedición al "mundo exterior"
Sin embargo, el aislamiento en el que vivían estas tribus iba a cambiar a mediados de la década de 1970, cuando un grupo de jóvenes empezó a escuchar noticias del mundo exterior y decidió caminar hacia el sur. Algo que resultaba muy peligroso, ya que Arunachal Pradesh siempre estuvo tomada por el Ejército indio, hasta el día de hoy. "Nadie podía ingresar a la región, a menos que consiguiera un permiso especial", asegura el diácono.
"Estos muchachos llegaron al pueblo de Tinsukia, donde vivía un joven seminarista llamado George. El que años después sería nombrado obispo se dio cuenta en ese instante de que eran salvajes y vestían en taparrabos. Esas tribus estaban consideradas inferiores a la casta de los intocables", asegura Rory.
El por aquel entonces seminarista recogió a los niños y los llevó a una residencia salesiana, y, a las niñas, a las Misioneras de la Caridad de la Madre Teresa. "Él se encargó de ser su pastor. Les consiguió ropa, comida y los llevó a la escuela", señala el diácono. Pasó un año desde el encuentro con los jóvenes, y los muchachos regresaron a sus aldeas, allí sus familias se quedarían asombradas del estado físico y anímico en el que se encontraban.
Noticias acerca de "ese Dios"
"Estaban fuertes y altos. Los jóvenes habían aprendido a leer y hablaban de un nuevo Dios", apunta Desmond. Pasado un tiempo, los ancianos de las tribus de Arunachal Pradesh se reunieron y decidieron volver a enviar jóvenes al padre George, esta vez con un mensaje: "Por favor, acérquese a nosotros y cuéntenos acerca de ese Dios, Jesús, que ha hecho tanto por nuestros hijos".
Entonces, el padre George descubrió que acababa de recibir un llamado del Espíritu Santo. Y fue a hablar con su obispo, para poder viajar hacia el norte. Pero, no era tan fácil. Cualquier cristiano, especialmente católico, tenía prohibida la entrada en aquella zona del país. Se arriesgaba a ser condenado a muerte. Sin embargo, el obispo le dijo: "Debes correr el riesgo".
En el año 1979, el padre George entraba en Arunachal Pradesh vestido de seglar. Como cada una de las tribus tenía su propio idioma, lo jóvenes que habían viajado hasta el pueblo del seminarista le sirvieron de traductores. La región no tenía carreteras ni infraestructuras. Aunque todo debía hacerse a pie o en canoa, los sufrimientos del padre George estaban valiendo la pena.
"La gente empezó a acudir a la fe católica como un reguero de pólvora. Solían ser personas muy orgullosas, que no aceptaban el sistema de castas de la India. El catolicismo, en cambio, les estaba diciendo que todos eran hijos de Dios", comenta el diácono Rory.
Cerca de 900 adultos pidieron, en ese momento, poder ser bautizados, mientras, el Ejército indio, buscaba al padre George para matarlo. Pero, todas aquellas personas se presentaron ante el comandante de la región para exigir su derecho a recibir el sacramento. "Si el grupo hubiera sido más pequeño, los habrían disparado a todos", asegura el diácono.
Cuarenta años después, la realidad de la región es muy distinta. El padre George es el obispo de la diócesis de Miao, en Arunachal Pradesh, donde hay 100.000 católicos, de una población de más de 1,6 millones de habitantes. Los logros de aquel joven seminarista, que entró un día camuflado, son enormes: 38 parroquias, 52 escuelas, 1 universidad, 1 hospital, cientos de pozos de agua potable, 17 dispensarios médicos y 1 seminario menor.
Además, al obispo George le acompañan, ahora, en su labor: 28 sacerdotes diocesanos, 68 sacerdotes de órdenes religiosas, 165 religiosas, 158 catequistas. "Jesús ha transformado la cultura de esta región. La gente está alfabetizada y dirigen su propia comunidad. El obispo George creó programas de formación profesional de carpintería y de sastrería. El lugar de la mujer en la sociedad ha cambiado", apunta el diácono Rory.
Transformación cultural
"Muchas de las niñas de nuestra diócesis son ahora Misioneras de la Caridad, y nuestro primer sacerdote nativo será ordenado en 2024", comenta el obispo George. Un ejemplo de este cambio se puede ver en los niños que nacen con problemas, antes se les mataba, porque se consideraba que estaban "infectados" por un espíritu maligno.
"Nuestra gente tiene una fe enfocada en su relación con Dios. No es tan intelectual, si les preguntas cuáles son los Diez Mandamientos, puede que no los sepan en orden, pero te dirán: 'Sabemos que Jesucristo nos eligió'", señala el obispo George. Y, concluye: "Todas las familias hacen oración diaria en sus hogares y construyen un pequeño altar en sus chozas de bambú, con una imagen del Sagrado Corazón".