Durante mucho tiempo se ha cuestionado la misma existencia del primer evangelizador del Sáhara Occidental, cuya tumba en Tagaost era venerada incluso por los musulmanes, que le habían enterrado según sus costumbres.
Un estudio en la revista Mar Océana, que dirige el historiador Mario Hernández Sánchez Barba, contribuye decisivamente a aclarar la cuestión.
Lo escribió Luis Joaquín Gómez Jaubert bajo el título "Un misionero agustino en el Sáhara", lo cual da ya una primera pista sobre el personaje.
Las crónicas hablan de una presencia temprana en la costa africana de misioneros procedentes de las Islas Canarias, por su cercanía geográfica. En particular, frailes agustinos.
"Los restos de uno de estos misioneros, enterrados en Tagaost, eran venerados por los musulmanes que, en esta tierra dominada por la cultura nómada, mantenían su hospitalidad y espíritu de tolerancia que se ha ido perdiendo con el sedentarismo, en la degeneración fundamentalista de algunas escuelas coránicas y en las formas impuestas por el Majzen marroquí", explica Gómez Jaubert.
La historia comienza en 1525. Tras destruir los moros la torre y factoría de Santa Cruz de la Mar Pequeña, se organizó una expedición desde las islas que acabó con la captura del alcalde de Tagaost, por aquel entonces una importante localidad.
Trasladado a la ciudad tinerfeña de San Cristóbal de la Laguna, el alcalde moro vio a dos frailes agustinos e hizo lo posible por verles. Les explicó entonces que había reconocido su hábito porque es el que había llevado en su enterramiento un santón al que veneraban en aquella zona los musulmanes.
Dos agustinos de La Laguna, portugueses, viajaron luego a Tagaost para verificar esta historia, que tendría una segunda parte en 1546, cuando dos capitanes moros se acercaron a saludar emocionados a unos frailes agustinos, también en Tenerife.
Treinta años después, y tan lejos como en Lisboa, otro saharaui haría lo mismo.
Son coincidentes, pues, los testimonios espontáneos de que la figura de un fraile agustino era venerada en el siglo XVI en el Sáhara Occidental, y se le atribuían diversos milagros. Diversas expediciones para localizar la tumba lograron encontrarla y verla, así como la casa en que vivió el monje y algunos libros que usó. Así figura en diversas crónicas.
Su identidad no ha llegado nunca a desvelarse por completo. Gómez Jaubert recuerda que numerosos agustinos mallorquines estuvieron en Canarias ya desde el siglo XIV, y apunta la hipótesis de su origen balear, o incluso de que fuese un canario formado en religión en Baleares y que hubiese regresado luego a su tierra.
La misma veneración que le guardaban los musulmanes les llevó a impedir a los frailes que acudieron a estudiar el caso que se llevasen ningún objeto o reliquia suya que habría facilitado la identificación.
Muchos estudiosos han supuesto que fue un portugués llamado Tadeo, otros que Bartolomé o Mateo. Se ha llegado a fabular si la tumba no podría ser incluso la de San Agustín, o contener los restos de un caballero templario.
Gómez Jaubert detalla, y en su caso refuta, estas hipótesis, aunque considera totalmente probado que ese "santón" existió, que era un fraile agustino, que predicó en el Sáhara desde principios del siglo XV, que se le atribuyen milagros, y que fue venerado por su bondad en vida y después de muerto.
El caso es que la decadencia de Tagaost a lo largo del siglo XVI llevó a su desaparición, y con la del pueblo, la de la tumba, un desafiante misterio para los historiadores.