¿Es posible llegar a Dios a través de la filosofía? La siguiente protagonista da buena cuenta de ello. Céline tuvo una infancia muy difícil y en un momento de su vida se tuvo que enfrentar a las grandes preguntas existenciales. El encuentro con un compañero la iban a embarcar en un apasionante viaje espiritual. Una aventura de fe en la que pasará del concepto de Dios a una estrecha relación con Él.
"Soy la segunda hija de cuatro hermanos. De pequeña viví en un ambiente bastante tóxico, lo que provocaba bastante sufrimiento dentro de la familia, y en mí personalmente", comenta Céline a Découvrir Dieu. "Cuando tenía alrededor de los 13 o 14 años empecé a ir a un colegio privado. Allí ya me empezó a rondar la cuestión de Dios, no tanto en términos de fe, sino como un concepto", relata.
Por aquel entonces, Céline ya se preguntaba: "¿Qué es Dios?", "¿Existe Dios?". Cuando estaba terminando el bachillerato, la joven atravesaba un periodo difícil de gran sufrimiento. Sentía mucha soledad y una tristeza que no le abandonaba. Y, estas preguntas volvían siempre a aparecer.
Se cruzó con la filosofía
"Llegué al ultimo año de bachillerato y descubrí la filosofía, que había estado durante mucho tiempo esperando. Esta materia cumplía por completo con las expectativas de una joven a la que le encantaba hacerse preguntas", explica Céline.
Entonces, su profesor le sugirió que podía acudir a una escuela de filosofía en París. Al principio dudó, porque era un centro cristiano, pero finalmente aceptó. Al fin y al cabo, allí también prevalecería la necesidad de entender mejor el mundo, y al hombre en general.
"Antes de empezar el curso teníamos una semana donde convivíamos con los futuros compañeros, durante la cual hacíamos mucha filosofía de una forma bastante fuerte", comenta. Lo que no esperaba Céline es que uno de los oradores se pusiera a hablar de Dios como ella nunca había oído hablar: como una persona, como un amigo.
"Esto es una locura"
"Aquello fue una mezcla entre sorpresa y atracción. Me dije: '¡Esto es una locura!", señala Céline. Las palabras de aquel hombre hablando de Dios como si tuviera una relación personal con Él le conmocionaron. "Dudaba entre si estaba loco o si tenía razón", reconoce.
Céline había sido tocada por Algo que iba más allá de un simple concepto. "Las palabras de aquella persona me hicieron entrar en la capilla del centro. Entré para pasar un rato y empecé a llorar. Eran lágrimas de tristeza, de desesperación, de falta de sentido en mi vida. Era también una especie de grito, diciendo: 'escucho lo que se dice de Tí y me quedo a un lado, ¿por qué no tengo todo esto en mi vida?'", reconoce.
Y, en ese momento, en su interior, ocurrió algo verdaderamente sorprendente. "Mientras estaba allí sentada, triste... tuve la sensación de tener dentro de mí la imagen de una persona con los brazos abiertos. Sentí en todo mi ser un amor loco, y lo primero que me vino a la cabeza fue pensar: '¡Estoy locamente enamorada de ti!', relata Céline.
Aquello, reconoce Céline, era algo inscrito en lo más profundo de su ser desde la eternidad. "Me sentía amada de verdad. Había ternura, dulzura, y, naturalmente, me dije que aquello era Dios, aunque realmente no podía expresarlo con palabras", asegura.
El momento definitivo
Y, entonces, Céline, descubrió a una joven que estaba poniendo palabras a lo que ella había sentido. "Aunque no había sido una experiencia igual que la mía, escuché que se hacía eco de lo que me había ocurrido. Fui a charlar con ella y me invitó a un grupo de oración para jóvenes. Fui, porque era nueva en la ciudad, no conocía a nadie, y todavía aquella experiencia extraña me hacía cosquillas", relata.
Aquí puedes ver el testimonio completo de Céline en francés.
Céline iba al grupo de oración cada semana, durante varios meses. "Algunas de las personas que conocí en este grupo iban a misa y yo hice lo mismo. Aunque los primeros meses no entendía nada, sabía que estaba donde necesitaba estar", explica.
Y, entonces, todas las conversaciones que había tenido en su vida sobre la idea de Dios, sus clases de filosofía, su propia experiencia vital, y el propio Dios como persona empezaron a confluir. "Entendí que la persona que había conocido en aquella capilla era la misma de la que me habían hablado, y por tanto la idea de Dios estaba pasando de un concepto a una relación. Dios estaba presente, ya no estaba sola, y Dios era mi amigo", concluye Céline.