Por ello, el Papa Francisco ha querido seguir el camino de Jesús y este domingo ha convocado el Jubileo de los Presos, que se enmarca en el Año de la Misericordia. Cuántos milagros se han visto en las cárceles, cuántas conversiones, cuántos asesinos, violadores, traficantes, ladrones o terroristas han encontrado a Cristo entre las rejas.
Casi mil presos de cárceles de once países participarán este domingo con el Papa en este acto. Encarcelados de Inglaterra, Letonia, Madagascar, Malasia, México, Holanda, Estados Unidos, Sudáfrica, Suecia y Portugal estarán presentes en el Jubileo. Dee España han viajado 25 presos, 18 hombres y 7 mujeres de once cárceles.
Con este jubileo la Iglesia quiere recordar una de las principales misiones que le han sido encomendadas y de ahí la importancia de una buena labor pastoral en las cárceles pues los presos están ávidos de misericordia.
Son muchos los testimonios de convictos que han logrado volver a tener esperanza y han abrazado la fe. Es por ejemplo el caso de Nasser, ahora en libertad, pero que gracias a la visita inesperada de un capellán no se suicidó. Después de aquella situación emprendió un camino que le llevó al bautismo y ahora en la Iglesia es feliz.
Desde joven había llevado una vida difícil inmersa en la delincuencia por lo que acabó preso en una celda minúscula. Llevaba una vida rutinaria que no conseguía aguantar a lo que había que sumar el complicado día a día con el resto de presos.
Recuerda que una noche una voz en su interior le decía que estaba sufriendo sin sentido, que nunca había hecho nada bien en la vida y que en realidad nadie le esperaba fuera de la cárcel. Y esa ‘voz’ le ofreció una solución: “la libertad absoluta”. Y que pasaba por dejar de sufrir a través del suicidio.
Decidió que iba a suicidarse y así pasó aquella noche. Pero al día siguiente ocurrió un hecho extraordinario: “después del paseo, oí pasos y una llave y un guardia me pidió que me acercara porque ‘alguien estaba allí’. Él era un capellán que iba por las celdas. Debía tener unos sesenta años y nunca olvidaré sus ojos llenos de bondad y caridad. Me dio la mano y nos miramos (las palabras eran inútiles porque no nos preguntamos si a alguien en mi situación le va bien) y me dio una Biblia. La tomé y continuamos mirándonos fijamente”.
El Papa, visitando una cárcel en Filadelfia (EEUU)
Nasser continua su testimonio que recoge Famille Chretienne, afirmando que “cuando se fue tenía la Biblia en la mano. Me senté en la cama y empecé a leer. La lectura se prolongó durante todo el día y los días siguientes. Descubrí el Nuevo Testamento, sobre todo la vida de Nuestro Señor”.
Además, este exconvicto recuerda que “yo no podía dejar de hacer la conexión entre la escena de aquella voz interior y la llegada de este capellán. Algo en mí se había abierto, una sensación que nunca había experimentado, pero era muy buena. Todavía no logro identificar lo que era…”.
Durante su estancia en la cárcel desechó ya la idea del suicidio y su vida cobró un sentido nuevo. Su día a día rutinario ya no era insoportable. Él seguía leyendo la Biblia y llevando las escenas del Nuevo Testamento a su vida.
Y así vivió hasta que salió de prisión. Y en ese momento decidió bautizarse. “Hoy en día doy gracias todos los días por esta visita inesperada en un momento tan oscuro de mi vida”, afirma Nasser.
Y es que recuerda que el día de su bautizo alguien le dijo: “ahora eres como un recién nacido”. Y él cree que esta frase es completamente cierta, “soy una persona nueva. El Señor me recogió del fondo del abismo y me ofrece una segunda vida, una nueva vida. Ahora llevo una vida ‘normal’ y puedo decir que estoy muy feliz, guiado diariamente por mi fe en Aquel que es tan bueno y misericordioso”.
Esta es la clave. Tanto él como muchos otros pesos han experimentado de una manera extraordinaria la misericordia de Dios, capaz de transformar la muerte en vida.
Y como este testimonio hay miles en todos los países. Como por ejemplo un preso de la cárcel toledana de Ocaña, que gracias al servicio de pastoral penitenciaria pudo encontrarse con Dios dedicándose posteriormente a hacer apostolado entre el resto de presos.
“La verdad es que soy un hombre de suerte y mi suerte va ligada a Cristo, ahora lo sé”, cuenta este recluso, que además asegura que “gracias a las palabras del Evangelio y a la Eucaristía me he reencontrado a Cristo y he recibido el don de la fe, la esperanza y el amor y como consecuencia me he podido arrepentir de mis culpas y he podido dejar las drogas”.
Una de las obras de misericordia es visitar a los encarcelados
Y sentir esta misericordia le llevó a querer ayudar al resto de presos, a los que escribió una carta, que entre otras cosas decía:
“El vicio, las drogas, la vida desordenada y el exceso conducen al delito, al dolor y sufrimiento nuestro y de nuestros seres queridos; conducen a desperdiciar nuestra vida. Sé de lo que estoy hablando pues he sido alcohólico y fumador empedernido de base de cocaína. He visto el dolor en la mirada de mi madre, la angustia de mi padre, la tristeza de mi esposa, la vergüenza de mis hijas…he llorado de vergüenza, de rabia e impotencia. He conocido el fracaso y el desperdicio de mi vida.
»Se puede detener esa espiral de degradación. Yo, gracias a Dios, lo he conseguido, por eso sé que se puede; que tú compañero, también puedes. Hazlo por ti, por aquellos que te aman. Deja la droga, deja el trapicheo, toma en serio tu vida porque, créeme, es algo serio. Recuerda que la juventud no es eterna, que la salud se pierde y que peor aun que morir de sobredosis es envejecer sin dignidad, esclavo del vicio, sin salud ni amor”.
»Sé que no es fácil, yo sé lo duro que es porque lo he hecho y te juro que viendo la alegría de mi madre, viendo a mi padre, a mi mujer y a mis hijas orgullosas de mí, doy gracias a Dios y, con una serenidad del alma que creía haber perdido, me digo a mí mismo que ha valido la pena”.
Por estos testimonios y por tantos sufrimientos que hay en las cárceles el Papa Francisco ha querido tener un gesto como este con los encarcelados. Por ello, en una carta dirigida a los capellanes Francisco asegura que “en las capillas de las cárceles podrán obtener la indulgencia, y que cada vez que pasen por la puerta de sus celdas, dirigiendo el pensamiento y la oración al Padre, este gesto pueda significar para ellos pasar por la Puerta Santa, porque la misericordia de Dios, capaz de transformar los corazones, también es capaz de transformar las barras en experiencia de libertad’