A diferencia de tanta bibliografía sobre la Guerra Civil que no hace más que compilar lo dicho por otros y acaba siendo repetitiva hasta la saciedad, nos encontramos ante un libro de investigación innovador y muy interesante. Es un gozo zambullirte en su lectura. No se asuste el lector ante su densidad y premiosidad. Las cosas bien hechas, bien parecen y así es en este libro, en el cual, sin desmerecer el rigor historiográfico, se presenta con garra y amenidad un tema vidrioso y polémico como es el de la matanza causada en Badajoz por las tropas nacionales el 14 de agosto de 1936 y en los días posteriores. La editorial Libros Libres, una vez más, se lanza a publicar un importante trabajo “culturalmente incorrecto”. Los trabajos anteriores realizados por los tres autores así como el prólogo a cargo de Ángel David Martín Rubio, avalan esta monografía en la que se rompe una lanza por la verdad histórica.
Los autores aprovechan las crónicas y los artículos para ir puntualizando, corrigiendo y completando lo publicado en los periódicos de la época, fundamentalmente portugueses, ingleses y británicos. Han conseguido acercarse a la verdad mediante una poda minuciosa y magistral de una fuente tan poco fiable como es la de hemeroteca; mediante un ejercicio de contraste colosal presentan las crónicas perfectamente contextualizadas subrayando lo verdadero por un lado, y los errores y las exageraciones por otro; y lo que es mejor, desenmascarando las fabulaciones y mentiras propagandísticas que se deslizan en muchas de ellas. El material gráfico es excelente, y los pies de foto y las referencias impecables.
Decenas de reporteros estuvieron en Badajoz o sus aledaños y escribieron sobre la tragedia que enfrentaba a los defensores del gobierno del Frente Popular y a los alzados un mes antes contra dicho gobierno y más aún, contra un régimen al que consideraban ya caótico, revolucionario y enemigo de la Patria y de la Religión. La cosmovisión que animaba a unos y a otros contendientes podía afectar y de hecho afectó a la imparcialidad de muchos periodistas, naturalmente, pero lo más grave es que hubo quien claudicó de su deber profesional informativo y se vendió a la propaganda llevado por sus ideales políticos convirtiéndose en un vulgar “soldado de papel”.
Entre éstos, destaca el norteamericano Jay Allen fautor con Indalecio Prieto –eran amigos- del gran engaño sobre la presunta matanza masiva de milicianos republicanos a manos de los moros y legionarios de Yagüe; matanza que habría llegado al paroxismo con el ametrallamiento colectivo de miles de hombres, mujeres y hasta niños en la plaza de toros de la ciudad. La cifra de 4.000 fusilados prendió en el imaginario periodístico unos pocos meses más tarde y de ahí pasó a los alquimistas tergiversadores de la historia, hasta ahora. El capítulo XII del libro en el que se pone en evidencia el servicio que, con sus crónicas sobre Badajoz, presta al KOMINTERN el manipulador Jay Allen, resulta sencillamente genial. Un gran éxito demostrar que el susodicho Allen se inventó su presencia en Badajoz –no pisó siquiera la provincia- y mintió a conciencia en sus escritos sobre la matanza.
N
Evidentemente, se podrá arrojar más luz sobre el asunto en el futuro pero, a la vista de esta obra, esa luz no hará más que confirmar lo expuesto por Fernando Pilo y sus compañeros. Por ello considero que debería haber mayor contundencia en las conclusiones. Por ejemplo, que realmente y a tenor de lo investigado por los autores, no se produjo la matanza colectiva en la plaza de toros de Badajoz; por ello considero un pequeño despropósito la inclusión de esta conclusión en la nota 91 del Capítulo XI, página 307. Esta “no matanza” en la plaza es decisiva y debería tener su adecuado realce. Echamos de menos, a su vez, un mayor pronunciamiento sobre las cifras de fusilados por los nacionales durante esos días. Habiendo investigado tanto, deberían los autores aproximar unas cifras más claras y concluyentes, también de los muertos en los combates y de los muertos a manos republicanas hasta el día 14, al menos por lo que a Badajoz capital se refiere.
En cuanto a los fusilamientos producidos en la Plaza de San Juan y en otros lugares de la población en la tardenoche y madrugada del 14 al 15 de agosto, efectuados sin ningún juicio previo, por muy sumario que fuera, me atrevo a título personal a considerar que la cosa ya es más seria que las ejecuciones de prisioneros realizadas en la mañana del día 14 cuando los combates en la ciudad no habían finalizado. Aún faltaban unos meses para que la guerra se formalizase y, hasta cierto punto, se humanizase. Por desgracia no hubo cuartel, los detenidos no fueron tratados como prisioneros de guerra convencionales y perecieron centenares ante las balas de los nacionales, sin miramiento alguno y de una manera brutalmente indiscriminada. Su único delito, en la mayoría de los casos, haber empuñado las armas a favor del gobierno republicano y en contra de los insurrectos. Abandonados de sus líderes, fueron leales a sus ideas y especialmente valientes sabiendo que se exponían a una muerte segura ya que la Columna de Yagüe divulgó con su bando de guerra, sus palabras y sus hechos que en la práctica no hacía prisioneros en su avance a Madrid. No minimizo la gravedad de estos fusilamientos masivos y no los considero un peaje necesario para salir a defender Mérida ni a continuar las operaciones, pero tampoco me atrevería a calificarlos como asesinatos. Sólo quiero dejar constancia que al haberse producido los mismos –y no digo inevitablemente- quedó ensombrecida la hazaña de valor que tanto unos como otros combatientes alcanzaron en la defensa de sus ideales durante aquella jornada del día 14 de agosto de 1936.
FICHA TÉCNICA | COMPRA ONLINE | |||
Título: | La matanza de Badajoz ante los muros de la propaganda | Libros Libres | ||
Autor: | Francisco Pilo, Moisés Domínguez y Fernando de la Iglesia | Criteria Club de Lectores |
||
Editorial: | Libros Libres | |||
Páginas: | 333 páginas | |||
Precio | 20 euros | |||