Se cumplen esta semana 75 años de la visita a Córdoba del joven político y abogado José Antonio Primo de Rivera, una de las personalidades más influyentes del siglo XX en España, fundador de Falange Española, movimiento político que, unido a las JONS de Ramiro Ledesma, desarrolló un pensamiento y doctrina política novedosa en la España de su época: el nacionalsindicalismo.
Dicha visita, organizada por la entonces recientemente fundada Falange cordobesa tuvo lugar el 12 de mayo de 1935, domingo, y comenzó por la mañana con un mitin en el “Gran Teatro”. En éste participaron, primero, otros oradores como el jefe provincial de Falange, Rogelio Vignote, dirigentes de la organización y diversos obreros del sindicato Central Obrera Nacionalsindicalista (CONS), entre los que destacaba su Secretario General, Manuel Mateo, antiguo Secretario Provincial del Partido Comunista que se había alistado a las JONS tras un decepcionante viaje realizado a la Unión Soviética.
Tras ellos, intervino José Antonio, “en medio de una gran ovación”, según relata el diario ABC de fecha 14-51935 en su edición de Andalucía. El joven jefe nacional de Falange Española de las JONS se dirigió al público denunciando “el proceso de decadencia” en que se encontraba España desde hacía siglos y “el orden tranquilo” en que se había instalado nuestro país durante el bienio radical-cedista. “No podemos aceptar que se estabilice como orden precisamente este momento decadencia”, afirmó ante un concurrido y emocionado auditorio, nutrido por cordobeses de todas las clases sociales. Destacan, por su actualidad, las siguientes palabras en las que analizaba la realidad española de 1935: “La vida española se encuentra oprimida entre una capa de indiferencia histórica y una capa de injusticia social. Por arriba España dimite cada día un poco más su puesto en el mundo; por abajo, soporta la existencia de muchedumbres hambrientas y exasperadas”.
Máxima fue la ovación que recibió cuando dirigió, a continuación, unas emocionadas palabras a Córdoba, evocadoras de una España grande y con prestigio en el mundo: “No será esto, de seguro, lo que apetezcáis vosotros, cordobeses; vuestros más gloriosos paisanos, Séneca, Trajano, el Gran Capitán, supieron muy bien que ni siquiera las cosas más pequeñas se conseguían sino a través de las cosas grandes, y por eso no aspiraron a un orden pequeño para Córdoba o para España (…)
Aquellos cordobeses sabían que, ordenando el mundo ordenaban España; sabían ya que, en la historia y en la política, el camino más corto entre dos puntos es el que pasa por las estrellas”.
Ante este discurso poético que denuncia la decadencia, ante este análisis crudo y certero de su momento histórico, José Antonio comentó las soluciones partidistas que se ofrecían al pueblo español, denunciándolas en con unas palabras revolucionariamente nuevas y resueltamente acertadas, incluso para la realidad de nuestros días: “Los partidos de la izquierda alegan la preocupación de lo social; pero además que, aún en eso, son totalmente ineficaces, porque su política desquicia un sistema económico, y no mejora en nada la suerte de los humildes, los partidos de izquierda ejercen una política persecutoria, materialista y antinacional. Y los de derecha, al contrario, manejan un vocabulario patriótico, pero están llenos de mediocridad, pesadez y les falta la decisión auténtica de remediar las injusticias sociales”.
Frente a esta parcialidad de izquierdas o de derechas, José Antonio explicó en Córdoba las ideas básicas de su organización: “Nuestro movimiento no es de derecha ni de izquierda. Mucho menos es del centro. Nuestro movimiento se da cuenta de que todo eso son actitudes personales, laterales, y aspira a cumplir la vida de España, no desde un lado, sino de enfrente; no como parte, sino como todo; aspira a que las cosas no se resuelvan en homenaje al interés insignificante de un bando, sino al acatamiento al servicio total del interés patrio”. Y es que José Antonio ofrecía a los cordobeses, a los españoles, como oportunidad materializada en un proyecto político, el sentido de misión colectiva, de empresa común que ya reivindicaron los regeneracionistas y la generación del 98.
Y de nuevo, la actualidad de su discurso: José Antonio concluyó el mismo atacando a los especuladores y al capitalismo financiero “que sobrecarga la economía, en perjuicio de obreros y de empresarios”. De ahí que, para superar un capitalismo en crisis, por encima de la conciencia de clase marxista (cuyo análisis y crítica del capitalismo aceptaba), José Antonio ofreciera una conciencia de patria común, sindicalismo revolucionario y justicia social, una solución a un tiempo social y nacional completamente nueva.
Tras el concurrido acto público, José Antonio y sus camaradas se dirigieron a almorzar al antiguo “Hotel Regina”, cerca de la confluencia entre el actual paseo de la Victoria y Ronda de los Tejares. Momento histórico recogido por la segunda foto que acompaña a este artículo, propiedad de un paisano nuestro de Priego, Antonio Lopera, testigo de los hechos que relatamos, que aún vive y reside en Madrid, y que por aquel entonces era un joven estudiante falangista de 16 años; foto que fue realizada en el patio del mencionado establecimiento hotelero, en la que encontramos a José Antonio en el centro, con Rogelio Vignote a su derecha, rodeados de amigos, simpatizantes y camaradas; y en la que aparece también, de perfil, el chófer que la tarde de aquel domingo llevaría a José Antonio hasta Fuente Palmera. Conductor que, a modo de anécdota, y según testimonio de Antonio Lopera, era de filiación comunista, sin que hubiera problema ni roce alguno en todo el trayecto.
En la pequeña localidad de la vega del Guadalquivir, José Antonio hablaría ante dos mil campesinos a los que denunció las causas de la pobreza de su situación económica, producto de la usura económica, pero también de “la usura política de las promesas incumplidas” de los “así llamados partidos políticos”, de los que se desmarcó precisamente por ello, con las siguientes palabras: “nosotros, os he dicho y me complazco en reiterarlo, no somos partido, sino que configuramos un movimiento, un modo de ser, un estilo de vida” que ofrecía a los campesinos “Pan, Trabajo y Justicia”.
Casi un año después, tras la subida al poder del Frente Popular, José Antonio y sus camaradas serían encarcelados y su organización fraudulentamente disuelta e ilegalizada como se demostró al declararse nula dicha ilegalización por el Tribunal Supremo (mayo de 1936), algo de lo que hizo caso omiso el gobierno frentepopulista, mostrando bastante poco respeto por las instituciones republicanas. Al poco, en una España irracional y enloquecida a la que nunca, pese al esfuerzo de algunos, deberíamos volver, estalla la guerra civil y José Antonio, trasladado a la cárcel de Alicante, se ofrece como mediador entre ambos bandos con la propuesta de parar el enfrentamiento fratricida mediante la formación de un gobierno de concentración nacional.
No sería escuchado, y en noviembre un “tribunal popular” lo condenaría a muerte, asesinándole poco después.
El resto de fundadores de FE-JONS, no llegaron a ver –aunque lo adivinaron- cómo su Falange y sus símbolos fueron usurpados y desnaturalizados por un régimen que disolvió definitivamente su organización en abril de 1937, de un régimen (que dicho sea de paso, envió a la cárcel al sucesor de José Antonio, el obrero santanderino Manuel Hedilla) que no fue el suyo, pues la ideología falangista auténtica, el nacionalsindicalismo, realmente no tendría lugar a fondo en un Estado franquista, en palabras de José Antonio, de “mediocridad burguesa conservadora”.
Una ideología, la falangista, surgida de la fusión de ideas éticas de izquierda y derecha, regeneradora entre la tradición y la revolución, que propugna a un tiempo la justicia social, la unidad nacional, la participación democrática auténtica del pueblo en unidades naturales de convivencia, la dignidad humana, la nacionalización de la Banca, la defensa -sin confesionalismo- del sentido católico de la historia de España y la entrega a los trabajadores de los medios de producción; y que como indica el politólogo e hispanista francés Arnaud Imatz, se le debe relacionar “no con izquierdas, ni con derechas”, ni con fascismo ni con anarcosindicalismo, sino con una síntesis de todo ello, y en especial con el personalismo humanista francés de Emmanuel Mounier y “con la larga y abundante tradición político-cultural transversal cuyos valores e ideas se aferran tanto a la derecha como a la izquierda”, superando ambas formas de hemiplejia moral, en la más pura herencia filosófica de Ortega y Gasset.
José Antonio, que no dudó en proclamar que “la aspiración a una vida democrática, libre y apacible será siempre el punto de mira de la ciencia política por encima de toda moda”, y de cuyo paso por Córdoba algunos no nos olvidamos, dejó escritas poco antes de morir las siguientes palabras de perdón y reconciliación nacional, a modo de auténtico testamento político: “Ojalá fuera la mía la última sangre española que se vertiera en discordias civiles. Ojalá encontrara ya en paz, el pueblo español, tan rico en buenas cualidades entrañables, la Patria, el Pan y la Justicia”.