El Papa con “transparencia, firmeza y severidad” (“L´Osservatore Romano”, 30.03.2010) escribe sobre algunos abusos cometidos por sacerdotes o religiosos, careados por ciertos medios de comunicación para descrédito de la Iglesia. (“Carta pastoral de Benedicto XVI a los católicos de Irlanda”) (Zenit, ZS10032004, 20.03.2010) En el párrafo 4. dice así: «...teniendo en cuenta la gravedad de estos delitos y la respuesta a menudo inadecuada que han recibido por parte de las autoridades eclesiásticas de vuestro país, he decidido escribir esta carta pastoral para expresaros mi cercanía, y proponeros un camino de curación, renovación y reparación».
Certera y valientemente, el Papa señala en este párrafo 4. varias razones muy sutiles, no regulares sino consuetudinarios, que con una u otra intención suelen adherirse en las instituciones: «El programa de renovación propuesto por el Concilio Vaticano II fue a veces mal entendido y, además, a la luz de los profundos cambios sociales que estaban teniendo lugar, no era nada fácil discernir la mejor manera de realizarlo. En particular, hubo una tendencia, motivada por buenas intenciones, pero equivocada, de evitar los enfoques penales de las situaciones canónicamente irregulares […] Sólo examinando cuidadosamente los numerosos elementos que han dado lugar a la crisis actual es posible efectuar un diagnóstico claro de las causas y encontrar las soluciones eficaces. Ciertamente, entre los factores que han contribuido a ella, podemos enumerar: los procedimientos inadecuados para determinar la idoneidad de los candidatos al sacerdocio y a la vida religiosa, la insuficiente formación humana, moral, intelectual y espiritual en los seminarios y noviciados, la tendencia de la sociedad a favorecer al clero y otras figuras de autoridad y una preocupación fuera de lugar por el buen nombre de la Iglesia y por evitar escándalos cuyo resultado fue la falta de aplicación de las penas canónicas en vigor y de la salvaguardia de la dignidad de cada persona. Es necesaria una acción urgente para contrarrestar estos factores, que han tenido consecuencias tan trágicas para la vida de las víctimas y sus familias».
Las tres palabras “transparencia, firmeza y severidad” formulan las directrices para intervenir en conductas humanas con daño como los abusos citados. Ahora bien, ¿no son válidas estas directrices para intervenir en otras conductas humanas con daño como, por ejemplo, las actuaciones en el interior de la mayoría de las iglesias españolas tras el Concilio Vaticano II, realizadas antihistoricaartísticamente, en general, con merma del patrimonio cultural español, como puede verse en la mayoría de las iglesias antiguas vestidas de arte sacro, como decía el cardenal Borromeo? ¿No hay similitud entre los ambos casos?
Pues bien, en las Jornadas de arte sacro, organizadas anualmente por el director del Secretariado de la Comisión Episcopal para el Patrimonio Cultural, presididas por el obispo presidente de la Comisión, se presentan las actuaciones brillantes en arte sacro, luego recogidas en la revista Patrimonio y distribuida por el mundo eclesiástico.
Sin embargo, las actuaciones realizadas antihistoricartísticamente con merma del patrimonio cultural español en el interior de la mayoría de las iglesias antiguas, tras el Concilio Vaticano II, no se estudian con “transparencia, firmeza y severidad” y ni siquiera se aluden a ellas, con la consecuencia de no rectificar lo mal encauzado.
Mis advertencias, largamente repetidas a los responsables del patrimonio cultural eclesiástico, de la pérdida de la armonía y belleza global del interior de la mayoría de las iglesias, demostradas en mis trabajos de campo, no sólo han sido ninguneadas y rechazadas sino han “matado al mensajero”.
Mis ofertas de presentar ponencias y comunicaciones en las Jornadas anuales de arte sacro, pedidas tenazmente durante muchos años, han sido rechazadas en tanto que han sido silenciadas, además de aconsejar no editar los citados trabajos.
¿No es esto lo opuesto a la "transparencia, firmeza y severidad" aplicada por el Papa?
Las tres palabras “transparencia, firmeza y severidad” formulan las directrices para intervenir en conductas humanas con daño como los abusos citados. Ahora bien, ¿no son válidas estas directrices para intervenir en otras conductas humanas con daño como, por ejemplo, las actuaciones en el interior de la mayoría de las iglesias españolas tras el Concilio Vaticano II, realizadas antihistoricaartísticamente, en general, con merma del patrimonio cultural español, como puede verse en la mayoría de las iglesias antiguas vestidas de arte sacro, como decía el cardenal Borromeo? ¿No hay similitud entre los ambos casos?
Pues bien, en las Jornadas de arte sacro, organizadas anualmente por el director del Secretariado de la Comisión Episcopal para el Patrimonio Cultural, presididas por el obispo presidente de la Comisión, se presentan las actuaciones brillantes en arte sacro, luego recogidas en la revista Patrimonio y distribuida por el mundo eclesiástico.
Sin embargo, las actuaciones realizadas antihistoricartísticamente con merma del patrimonio cultural español en el interior de la mayoría de las iglesias antiguas, tras el Concilio Vaticano II, no se estudian con “transparencia, firmeza y severidad” y ni siquiera se aluden a ellas, con la consecuencia de no rectificar lo mal encauzado.
Mis advertencias, largamente repetidas a los responsables del patrimonio cultural eclesiástico, de la pérdida de la armonía y belleza global del interior de la mayoría de las iglesias, demostradas en mis trabajos de campo, no sólo han sido ninguneadas y rechazadas sino han “matado al mensajero”.
Mis ofertas de presentar ponencias y comunicaciones en las Jornadas anuales de arte sacro, pedidas tenazmente durante muchos años, han sido rechazadas en tanto que han sido silenciadas, además de aconsejar no editar los citados trabajos.
¿No es esto lo opuesto a la "transparencia, firmeza y severidad" aplicada por el Papa?