El pasado 31 de enero de 2010, el programa España en la memoria, de Intereconomía, dirigido por Alfonso Arteseros, trató del tema de los múltiples traslados que los fondos del Museo del Prado sufrieron durante la guerra civil. Participaron Arturo Colorado, autor de un libro sobre la aventura, y comisario de una exposición actualmente en Madrid sobre ese despropósito, y Alfonso Bullón de Mendoza, ex-rector del CEU.

Confieso que siempre me ha desconcertado que se haya considerado modélico dicho traslado. Pero ese desconcierto se me va aclarando, y me lleva a pensar que aquella decisión fue absurda, y que sólo se entiende si las razones verdaderas de aquel disparate fueron otras diferentes a las que nos cuentan esta gente que tiene secuestrada a la sociedad española dentro de una realidad inventada al servicio de un sentido revolucionario de salón, anacrónico y paranoico.

Arturo Colorado nos habló de que el comité internacional que participó en aquél salvamento (¿) de nuestro patrimonio había calificado el proceso de modélico, y se había recomendado este método del traslado como el más adecuado, pensando en conflictos futuros. Yo me empecé a preguntar qué tiene de modélico un periplo que empieza moviendo unas piezas tan delicadas (como son los cuadros) desde Madrid a Valencia. Que meses después continúa con un nuevo traslado desde Valencia a Barcelona. Que después se trasladan desde Barcelona a Figueras, ¡a tres escondrijos diferentes!, a saber: los castillos de Perelada y de San Fernando, y una mina de talco. Y no termina aquí el éxodo: en Enero-Febrero de 1939, mezclados con la avalancha de gente que se dirige a la frontera francesa, setenta y un camiones logran pasar parte de los fondos a Francia, a Perpiñán. Desde allí, en un tren, se trasladan a Ginebra, quedando bajo la protección de la Sociedad de Naciones.
 
Cualquiera puede pensar que semejante traslado, con tanta parada intermedia, es un disparate. Y más yo, como profesional de Logística. Y, sin embargo, para el comisario Colorado constituyen un éxito sin precedentes, porque sólo un cuadro sufre una rasgadura (que se restauró tiempo después) al engancharse en un balcón.

Yo empezaba ya a no salir de mi asombro. Pero no había hecho más que empezar. Porque a continuación cita que la única razón del traslado fue proteger estos fondos de los bombardeos franquistas (sic), puesto que el gobierno del Frente Popular estaba preocupado por el riesgo que sufrían.
 
Y aquí, ni Arteseros, ni el antiguo rector del CEU, pudieron callar. Le dijeron que cómo se preocupaban tanto por los posibles bombardeos franquistas, cuando desde el 11 de Mayo de 1931 (a los 20 días de estrenar república en España) se habían quemado conventos en Madrid con todo su patrimonio, sin que se hubieran preocupado de esos fondos los líderes de entonces (que eran casi los mismos de 1936). Incluso el que en 1931 era ministro de la Guerra, y desde Marzo de 1936 presidente de la República, con fama de intelectual él, llegó a decir aquel 11 de Mayo de 1931 que todos los conventos e iglesias de Madrid (naturalmente, con todo lo que tenían dentro) «no valían la vida de un solo republicano».


 
Ante el hipotético peligro de los bombarderos franquistas había precedentes de peligros reales, demostrados continuamente desde aquel mayo de 1931, sin que los gobiernos “progresistas” se hubieran preocupado por el patrimonio que se destruía continuamente (elementos “progresistas” habían quemado en su totalidad –con todo su patrimonio- más de 300 iglesias en toda España desde Febrero a Junio de 1936, sin que el gobierno “progresista” moviera un solo dedo para proteger aquel patrimonio). ¿Sería que el fuego “fascista” era más peligroso que el fuego “progrechequista”? ¿Acaso quemaba más?.... La sonrisa de Colorado se iba apagando, aunque aún le quedaba un atisbo. Naturalmente, no esgrimió ningún argumento para rebatir lo que los otros habían manifestado.
 
Las matizaciones por parte de los otros dos contertulios continuaron: no se trasladaron todos los fondos; parte de ellos quedaron en El Prado, así como muchas obras de arte de particulares que éstos habían depositado allí, visto que si aquél gobierno “democrático” no hacía nada por defender su vida y su libertad, cuánto menos iba a hacer por defender su patrimonio artístico y económico.

A continuación supimos que el artífice del primer traslado (que es el único que yo me atrevería a calificar de modélico, aunque innecesario) no fue María Teresa León, esposa (o compañera) del poeta comunista Alberti, sino Timoteo Pérez Rubio, responsable de la Junta del Tesoro Artístico, como manifestó Colorado.

El coloquio siguió sobre aspectos de menor importancia, hasta la descripción del penúltimo traslado: el de Figueras a Perpiñán. Algunos camiones no pudieron pasar a Francia, y de los que pasaron, uno terminó en un campamento de refugiados (un campo de concentración). Como hacía mucho frío, algunos de aquellos “heroicos” defensores de la “democracia degenerativa” arrancaron el marco a dos cuadros, para hacer fuego. Intentaron seguir con los lienzos, que se salvaron gracias a la heroica (esta sí, de verdad) resistencia del chófer, que consiguió al final, por señas, que los gendarmes entendieran que el contenido del camión era parte del patrimonio artístico y peligraba allí.... Y había dicho Colorado que el traslado se había realizado sin riesgos, de forma modélica....

Una vez terminada la guerra, el gobierno legítimo de España exigió a la Sociedad de Naciones la devolución del patrimonio. No hubo problema. Sólo que el Comité Internacional de Salvamento pidió que el gobierno español pagara los gastos de transporte (de ida y vuelta), a lo que se negó.
 
Y aquí volvió Colorado a intervenir para decir que era increíble que el gobierno “franquista” (sic) se negara a asumir esos gastos... Como si no existiera entonces un autotitulado “gobierno en el exilio” (el mismo que había auspiciado el éxodo de los cuadros) que disfrutaba de fondos suficientes para sufragar esos gastos, producto del expolio del patrimonio de particulares y de la nación, de los que se habían apropiado, y habían “exiliado” también (al igual que los cuadros) en el yate Vita (los de la banda de Negrín) y en 1938 (los de la banda de Prieto).

El gobierno Nacional hizo bien en no pagarlo. Y, a cambio, permitió que se organizara Ginebra una exposición de los cuadros durante unos meses, con lo que consiguió dos objetivos de una vez: una cierta compensación de los gastos y promocionar el patrimonio español y el nuevo régimen político.
 
Pero aún no había terminado este traslado “modélico”. Resultó que, cuando ya se había cargado el tren con los cuadros en Ginebra, un ferroviario suizo comprobó, en la verificación final, que un vagón superaba el gálibo debido a varios grandes cuadros, que hubo que reestibar. Aquél profesional, celoso en su trabajo, había salvado de un daño irreparable varios de los cuadros.
 
Por fin, llegaron a la frontera española, donde se trasbordaron a camiones (el estado de la red ferroviaria española después de la guerra era desastroso; parte de la misma estaba inutilizada).


 
El ex-rector del CEU concluyó que, además de los riesgos anteriores, hubo algunos saqueos de obras menores. Y también comparó este periplo propio de Ulises con la actitud de la Generalidad de Cataluña con su patrimonio artístico: no salió de Cataluña, y lo dejaron perfectamente acondicionado para entregárselo a los Nacionales. Quizás a estos no les preocupaban tanto los hipotéticos bombardeos “franquistas”.... (y ese patrimonio, lo era también de España). Colorado, ya sin sonrisa (hacía ya tiempo que la había trasfigurado en gesto serio) confesó que “fue un milagro” que no se perdiera nada esencial. ¿En qué quedamos? ¿Fue “modélico”, o milagroso?. Porque ambas cosas no puede haber sido al mismo tiempo.

Mi conclusión después de ver este programa: los cuadros sufrieron este éxodo, no por el riesgo de bombardeo “franquista” (muy inferior al de quema revolucionaria por el Frente Popular), sino porque los rojos preferían que los cuadros se marcharan de España (tanto si volvían como si no, o si quedaban destruidos, o desaparecían por el camino) con tal de que no cayeran en manos de los “perversos fascistas”. Y estoy convencido, viendo su actitud de odio irracional setenta años después, que ésta fue la única razón.